Catarsis, exorcismo. Arturo Andrade mira ahora hacia el fin de la Segunda Guerra Mundial para enfrentarse esta vez a sus propios demonios y a la vez nos enfrenta a nosotros con los nuestros. “Los demonios de Berlín” (Alfaguara, 2009), la nueva aventura de un personaje conocido para los lectores de Ignacio del Valle (Oviedo, 1971), es una novela que no va a dejar indiferente a nadie que se asome a sus 427 páginas. Tras años de trabajo y de una detallada documentación Ignacio del Valle construye de manera brillante la ¿última? aventura de Arturo Andrade: resolver la misteriosa muerte de Ewald von Kleist ocurrida durante los últimos estertores de la Segunda Guerra Mundial mientras en un bunker Hitler asiste al hundimiento del Reich.
“Los demonios de Berlín”, thriller, sin que esto la encasille en el género, aborda grandes temas muy cercanos para todos: el amor, la traición, la fidelidad a los ideales, la extrema megalomanía y habla de las almas, del perdón a uno mismo, de la maldad.
El proceso de documentación que permite al autor dar vida a sus historias dentro de la Historia, también le permite, como a los grandes escritores, saltársela, enmendarla, cambiarla si hace falta, al servicio de una trama de secretos, intrigas y derrotas que consiguen seducirnos para que sigamos con atención la peripecia vital del Arturo Andrade y su exorcismo berlinés.
En un momento de esta intriga a Arturo se le pregunta que qué hace todavía en Berlín desarticulada ya la División Azul. No se responde, se ve seducido por la guerra a la que denomina estado de conciencia y que “le mantenía atado a una sensación de misterio, peligro y belleza. Quizás”. En Andrade no hay certezas, si acaso una, que se desprende de nuestro peregrinaje con él a lo largo de la obra: necesita deshacerse de sus demonios, necesita paz.
El amor y la guerra se dan de la mano también en esta novela. Asistimos a una lucha dentro de otra lucha. La relación entre Arturo y Silke, una lucha que terminará en… lean la novela. Les sorprenderá que el autor no hace concesiones con ni con la Historia, ni con el amor.
Novela rápida, con muchas imágenes que nada tiene que ver con los efectos especiales, Ignacio del Valle va pintándonos los momentos, las almas, los pensamientos de tal manera que el lector se verá dentro de la novela participando, opinando y sufriendo con los bombardeos sobre Berlín, con la plomiza presencia de los demonios del protagonista y sobre todo veremos los nuestros porque, si bien es cierto que Arturo sufre durante la Segunda Guerra Mundial, todos estamos bajo los bombardeos de la vida. La guerra actúa como lienzo, como nexo común sobre el cual pintar los conflictos de todos. La guerra como situación límite, como experiencia vital que nos empuja a cuestionarnos la inmediata realidad es un elemento fundamental, es pieza clave en esta novela y en su comprensión. “Los demonios de Berlín” es metáfora del conflicto vital, ilustra la lucha que todos llevamos por dentro que no es procesión, que es conflicto, es deseo de catarsis o de exorcismo directamente.
Ignacio del Valle ha completado una gran novela y cierra con ella una trilogía pero no sabemos qué será de Arturo Andrade. Hay un hecho destacable, de esos que nos gustan tanto, en la página 29 cuando Maciá (descubran quien es) le dice a Arturo lo siguiente: “de hecho, usted no existe”. Arturo le responde: “soy consciente”. Arturo Andrade existe, Ignacio del Valle ha escrito su vida y esperamos que este héroe vital, este hombre en camino de resolver su conflicto, dé señales de vida en el futuro.
Esta es también una novela visual, cinematográfica. El autor consigue que los personajes vivan, actúen, padezcan. Crea un escenario, una atmósfera sólida y respirable que tensa bien con el amplio conocimiento de la época. Los personajes son perfectamente creíbles, para nada impostados, ni de cartón piedra: nos arrastran hacia ellos por pura verosimilitud.
“Lo verdaderamente importante significa proporción no tamaño”, recuerda Arturo Andrade en un momento de la novela. Ignacio del Valle no cae en este error. La novela tiene las proporciones necesarias para que no terminemos exhaustos por el viaje, nos dosifica y va haciendo crecer la trama para que al final terminemos con el intelecto satisfecho y el alma, porque no decirlo, un tanto más ligera, aliviada como la de Arturo.
El final cierra un círculo. Suena Bach y todo termina dejando en el corazón del que lee un pequeño atisbo de abandono, de cierta tristeza por llegar al final de una buena historia. Arturo Andrade sigue entre las páginas de “Los demonios de Berlín” y hay que decir, para ser justos, que envidiamos a los que van a leerla por primera vez, como los que van a hacer lo propio con Bach.
“Los demonios de Berlín”, thriller, sin que esto la encasille en el género, aborda grandes temas muy cercanos para todos: el amor, la traición, la fidelidad a los ideales, la extrema megalomanía y habla de las almas, del perdón a uno mismo, de la maldad.
El proceso de documentación que permite al autor dar vida a sus historias dentro de la Historia, también le permite, como a los grandes escritores, saltársela, enmendarla, cambiarla si hace falta, al servicio de una trama de secretos, intrigas y derrotas que consiguen seducirnos para que sigamos con atención la peripecia vital del Arturo Andrade y su exorcismo berlinés.
En un momento de esta intriga a Arturo se le pregunta que qué hace todavía en Berlín desarticulada ya la División Azul. No se responde, se ve seducido por la guerra a la que denomina estado de conciencia y que “le mantenía atado a una sensación de misterio, peligro y belleza. Quizás”. En Andrade no hay certezas, si acaso una, que se desprende de nuestro peregrinaje con él a lo largo de la obra: necesita deshacerse de sus demonios, necesita paz.
El amor y la guerra se dan de la mano también en esta novela. Asistimos a una lucha dentro de otra lucha. La relación entre Arturo y Silke, una lucha que terminará en… lean la novela. Les sorprenderá que el autor no hace concesiones con ni con la Historia, ni con el amor.
Novela rápida, con muchas imágenes que nada tiene que ver con los efectos especiales, Ignacio del Valle va pintándonos los momentos, las almas, los pensamientos de tal manera que el lector se verá dentro de la novela participando, opinando y sufriendo con los bombardeos sobre Berlín, con la plomiza presencia de los demonios del protagonista y sobre todo veremos los nuestros porque, si bien es cierto que Arturo sufre durante la Segunda Guerra Mundial, todos estamos bajo los bombardeos de la vida. La guerra actúa como lienzo, como nexo común sobre el cual pintar los conflictos de todos. La guerra como situación límite, como experiencia vital que nos empuja a cuestionarnos la inmediata realidad es un elemento fundamental, es pieza clave en esta novela y en su comprensión. “Los demonios de Berlín” es metáfora del conflicto vital, ilustra la lucha que todos llevamos por dentro que no es procesión, que es conflicto, es deseo de catarsis o de exorcismo directamente.
Ignacio del Valle ha completado una gran novela y cierra con ella una trilogía pero no sabemos qué será de Arturo Andrade. Hay un hecho destacable, de esos que nos gustan tanto, en la página 29 cuando Maciá (descubran quien es) le dice a Arturo lo siguiente: “de hecho, usted no existe”. Arturo le responde: “soy consciente”. Arturo Andrade existe, Ignacio del Valle ha escrito su vida y esperamos que este héroe vital, este hombre en camino de resolver su conflicto, dé señales de vida en el futuro.
Esta es también una novela visual, cinematográfica. El autor consigue que los personajes vivan, actúen, padezcan. Crea un escenario, una atmósfera sólida y respirable que tensa bien con el amplio conocimiento de la época. Los personajes son perfectamente creíbles, para nada impostados, ni de cartón piedra: nos arrastran hacia ellos por pura verosimilitud.
“Lo verdaderamente importante significa proporción no tamaño”, recuerda Arturo Andrade en un momento de la novela. Ignacio del Valle no cae en este error. La novela tiene las proporciones necesarias para que no terminemos exhaustos por el viaje, nos dosifica y va haciendo crecer la trama para que al final terminemos con el intelecto satisfecho y el alma, porque no decirlo, un tanto más ligera, aliviada como la de Arturo.
El final cierra un círculo. Suena Bach y todo termina dejando en el corazón del que lee un pequeño atisbo de abandono, de cierta tristeza por llegar al final de una buena historia. Arturo Andrade sigue entre las páginas de “Los demonios de Berlín” y hay que decir, para ser justos, que envidiamos a los que van a leerla por primera vez, como los que van a hacer lo propio con Bach.
2 comentarios:
Muy, muy bueno; tanto que me lo leí en un fin de semana de un tirón. La ambientación es increíble, es como si estuvieran viendo una película llena de acción y suspense. Lo recomiendo sincerament ;)
Totalmente de acuerdo contigo Alex, a mí también me está fascinando esta novela tan bien escrita y, como tú bien dices, perfectamente ambientada. Es una lectura que seduce y atrae al tiempo que le mantiene a uno en suspense y a la expectativa de cómo se irán desarrollando los hechos. Las escenas dentro del laberinto de tuneles subterráneos es impresionante. Yo también la recomiendo a todos.
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