Esta novela del vallisoletano Adolfo García Ortega (1958) ha de ser tomado como un Arco del Triunfo de esos que vemos en muchas ciudades. Es un texto que pretende cantar a la vida después de la tragedia e invita a la búsqueda de nuevos amaneceres más allá del sufrimiento. Esta es una novela monumental, de las largas (540 páginas) y que persiguen esa totalidad decimonónica de las grandes novelas.
En “El mapa de la vida” (Seix Barral, 2009) asistimos a la reconstrucción de dos vidas rotas por los atentados del 11-M que buscan respuestas más allá de la rutina vital que se les impuso una vez recuperados de las heridas físicas de aquella masacre terrible. Gabriel y Ada se encuentran por casualidad después de los atentados y ambos, de una u otra forma, ya están buscando respuestas a sus heridas del alma, a su tragedia afectiva. Él es diseñador de montañas rusas, como la vida, como la realidad, y ella es experta en el Renacimiento, que debe ser una constante en la vida de todos. Ambos se encuentra se aceptan y se aman.
Una perspectiva angélica y muy humana nos permite ver lo que no vimos aquellos días y describe biografías breves (a modo de narrador) de muchos de los que murieron allí, hilvana sentimientos y emociones, sueños truncados y deseos no satisfechos. El drama de aquellos días y la ciudad que los albergó, Madrid, son también un personaje más de esta novela de dimensiones titánicas y que es el mejor o más claro intento de novelar el 11-M.
Se sirve el autor de diversas técnicas de narración: el texto dentro del texto, las listas, la apertura de largos paréntesis. Todos estos fragmentos salpicados con las entradas y salidas del pasado al presente o al futuro, predisponen al lector para que cualquier cosa que ocurra no le sorprenda. Se traba así un mosaico policromático que nos permite situarnos en distintos puntos de vista con una prosa directa y rica en matices.
Sorprende que el autor se haya atrevido con la vida de un terrorista, Sayyid, al que pone voz y vida, intenciones y fe en su macabra misión. Esta es una muestra de lo que la literatura puede hacer. Darnos una visión de los abismos a los que no podríamos acceder de ningún otro modo.
El resto de la novela se construye con pasajes de un libro que sobre Giotto escribe Ada, los viajes a épocas pasadas y no tan pasados como Guantánamo donde podemos colocarnos para escuchar voces y razones para todas aquellas cosas que ocurrieron. Es una obra que se monta por partes para dotar a este Arco del Triunfo de una monumentalidad atrayente y que hará que los lectores se planteen nuevas perspectivas sobre aquel drama empezando por el hecho de que muchos son los que sobrevivieron y que aún siguen afectados por los atentados. Hombres y mujeres que se levantan cada mañana con preguntas que no tienen aun respuesta y que esta novela nos acerca al corazón y a la memoria.
Una novela que puede antojarse en exceso larga pero que no deja de ser un reto para el alma del que la lee. Sobre todo es un grito de esperanza, un deseo en voz muy alta de seguir adelante con la vida una búsqueda angélica y humana de lo mejor de nosotros en el marco maravilloso de un Madrid que sigue siendo punto de partida al cielo y que conserva intacta a pesar del drama su capacidad para seguir abrazada a la vida.
Un acierto el de Adolfo García Ortega. Y una valentía que es de agradecer: la de poner por escrito estas sensaciones y motivarnos para seguir persiguiendo el lado más amable de la vida a pesar de todo. Un Arco del Triunfo, como dijimos al principio, que tiene también como desafiar al olvido. No dejen de leerla.
En “El mapa de la vida” (Seix Barral, 2009) asistimos a la reconstrucción de dos vidas rotas por los atentados del 11-M que buscan respuestas más allá de la rutina vital que se les impuso una vez recuperados de las heridas físicas de aquella masacre terrible. Gabriel y Ada se encuentran por casualidad después de los atentados y ambos, de una u otra forma, ya están buscando respuestas a sus heridas del alma, a su tragedia afectiva. Él es diseñador de montañas rusas, como la vida, como la realidad, y ella es experta en el Renacimiento, que debe ser una constante en la vida de todos. Ambos se encuentra se aceptan y se aman.
Una perspectiva angélica y muy humana nos permite ver lo que no vimos aquellos días y describe biografías breves (a modo de narrador) de muchos de los que murieron allí, hilvana sentimientos y emociones, sueños truncados y deseos no satisfechos. El drama de aquellos días y la ciudad que los albergó, Madrid, son también un personaje más de esta novela de dimensiones titánicas y que es el mejor o más claro intento de novelar el 11-M.
Se sirve el autor de diversas técnicas de narración: el texto dentro del texto, las listas, la apertura de largos paréntesis. Todos estos fragmentos salpicados con las entradas y salidas del pasado al presente o al futuro, predisponen al lector para que cualquier cosa que ocurra no le sorprenda. Se traba así un mosaico policromático que nos permite situarnos en distintos puntos de vista con una prosa directa y rica en matices.
Sorprende que el autor se haya atrevido con la vida de un terrorista, Sayyid, al que pone voz y vida, intenciones y fe en su macabra misión. Esta es una muestra de lo que la literatura puede hacer. Darnos una visión de los abismos a los que no podríamos acceder de ningún otro modo.
El resto de la novela se construye con pasajes de un libro que sobre Giotto escribe Ada, los viajes a épocas pasadas y no tan pasados como Guantánamo donde podemos colocarnos para escuchar voces y razones para todas aquellas cosas que ocurrieron. Es una obra que se monta por partes para dotar a este Arco del Triunfo de una monumentalidad atrayente y que hará que los lectores se planteen nuevas perspectivas sobre aquel drama empezando por el hecho de que muchos son los que sobrevivieron y que aún siguen afectados por los atentados. Hombres y mujeres que se levantan cada mañana con preguntas que no tienen aun respuesta y que esta novela nos acerca al corazón y a la memoria.
Una novela que puede antojarse en exceso larga pero que no deja de ser un reto para el alma del que la lee. Sobre todo es un grito de esperanza, un deseo en voz muy alta de seguir adelante con la vida una búsqueda angélica y humana de lo mejor de nosotros en el marco maravilloso de un Madrid que sigue siendo punto de partida al cielo y que conserva intacta a pesar del drama su capacidad para seguir abrazada a la vida.
Un acierto el de Adolfo García Ortega. Y una valentía que es de agradecer: la de poner por escrito estas sensaciones y motivarnos para seguir persiguiendo el lado más amable de la vida a pesar de todo. Un Arco del Triunfo, como dijimos al principio, que tiene también como desafiar al olvido. No dejen de leerla.
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