Si sumamos a una anécdota familiar la Historia y los mezclamos con un poco de ficción (o mucha) tendremos literatura. Y si la novela la escribe con estos ingredientes Javier Menéndez Llamazares (León, 1973) tenemos una obra brillante: “El método Coué” que publica Editorial Funambulista (2009).
Todo comienza con el regreso como héroe a su León natal de un joven piloto de aviones de la Segunda Guerra Mundial, Manuel Llamazares y ese arranque no es más que una puesta de largo de la esperpéntica situación ideológica y política que se vivía en la España de la postguerra civil. Una peripecia que desemboca en la verdadera razón de su vuelta y que explica el deterioro de su salud. Podríamos decirlo aquí y ahora pero lean ustedes, descubran y juzguen.
A partir de esa llegada a León y ante el enfado con razón (ya dirán ustedes) de una mujer, Javier Menéndez Llamazares despliega toda su buena literatura y la pone al servicio de una historia de superación, de búsqueda de las metas y de amor. De fondo la Alemania nazi en su apogeo y España su gente y sus circunstancias como motor emocional de una trama que se compone de personajes reales y ficticios y de situaciones que pudieron ser y quizás, y esto es lo maravilloso de la literatura, probablemente, fueron así.
Convaleciente y recién llegado a España y recibido por el pueblo leonés vemos que llevó y trajo al joven Manuel Llamazares y adónde irá. Novela lenta, sin que esto sea un defecto, el autor nos va contando con la serenidad de una historia cercana los detalles de una vida que como todas esconde su revés de angustia y deseos de triunfar. La lentitud a la que aludimos es a la de un director de cine que rueda una historia de emociones y circunstancias no de explosiones ni de efectos especiales, que los hay (lean las secuencias de las batallas aéreas o la brutalidad de la Gestapo).
Historias políticas, conspiraciones, historias de amistad entrañable y una hermosa historia de amor son las líneas que se cruzan en esta novela que nos revela un berlín de la segunda guerra mundial y nos revela muchas de las claves de esos días en los que la historia de España también estaba sufriendo los grandes cambios que han conformando parte de lo que somos hoy. Claudia Stolz es un personaje entrañable completo y lleno de vitalidad y valentía. El amor de Manuel y su debilidad.
El autor consigue crear una atmósfera verosímil, situar perfectamente a cada personaje sin atosigar al lector con su vasto conocimiento de la época y de los hechos narrados. Pasamos de escena dentro de cada capítulo con la naturalidad del que cuenta una historia que conoce muy bien y la tiene cerca del corazón. Dosifica con extrema delicadeza la tensión, va a sorbitos por la historia, las extiende como las caricias que mejor nos estremecen y nos enseña que la buena literatura se hace a fuego lento, trabajando como los antiguos orfebres la pieza de oro para que la joya sea única.
¿Y qué es el método Coué que es? No aparece sino hasta muy tarde en la novela (esa es una de las intrigas de la novela ¿cuándo aparece?) y se convierte en una constante para el resto de la novela. Un psicólogo francés propuso una terapia sencilla que consistía en decirse a uno mismo “hoy me siento mejor, me encuentro mucho mejor”. Este auto-convencimiento terminaría con los males de paciente y le traería el bienestar que necesita. “El método Coué”, la novela, no necesita decirse a sí misma “seré una buena novela”. Llega desde el principio a intrigarnos, nos invita a seguir la estela del héroe familiar, de la historia traída del pasado para aclararla por medio de la literatura que para estas sagas familiares funciona muy bien. Graciano, tío del autor, es quien mejor retrata esta novela. En los agradecimientos nos cuenta Javier que su tío dice que este libro “no cuenta más que mentiras”. ¡Premio, Graciano! Esta es la esencia misma de la literatura: mentiras que podrían ser. Un abrazo desde aquí.
Esta novela no hace concesiones con ninguno, trata desde la realidad de los hechos a todos los bandos implicados, muestra (no discute, no plantea) las inconsistencias ideológicas de unos y otros y muestra la vida diaria de aquellos años que tienen de hermosos los ejemplos personales que lo conforman pero que no deseamos jamás que vuelvan. Javier toca muy bien una época que aun duele y no se casa con ninguno: esta novela no va de esa simpleza, de buenos y de malos, va de vida, de amor de tristezas y de conquistas.
Al final cundo volvemos a la cama del convaleciente “héroe de Klin” nos queda todo claro, respiramos más tranquilos y sonreímos por encontramos allí con dos mujeres. Quiénes son, que harán, a dónde llevaran a nuestro héroe. Javier Menéndez Llamazares nos ha servido de anfitrión en una fiesta de la memoria y de las palabras que sumadas no acercan a una historia que vale la pena revisitar. Es un libro redondo, su mecanismo hace “clic” y nos deja con el sabor de las buenas historias y nos hace pedirle más letras. No tiene el autor que echar mano del método Coué, el del psicólogo francés, no tiene que convencerse de nada: domina la técnica, es dueño de una personalísima manera de narrar. Es sin lugar a dudas un autor al que tenemos que seguir porque nos dará mucho de qué hablar y de leer.
Todo comienza con el regreso como héroe a su León natal de un joven piloto de aviones de la Segunda Guerra Mundial, Manuel Llamazares y ese arranque no es más que una puesta de largo de la esperpéntica situación ideológica y política que se vivía en la España de la postguerra civil. Una peripecia que desemboca en la verdadera razón de su vuelta y que explica el deterioro de su salud. Podríamos decirlo aquí y ahora pero lean ustedes, descubran y juzguen.
A partir de esa llegada a León y ante el enfado con razón (ya dirán ustedes) de una mujer, Javier Menéndez Llamazares despliega toda su buena literatura y la pone al servicio de una historia de superación, de búsqueda de las metas y de amor. De fondo la Alemania nazi en su apogeo y España su gente y sus circunstancias como motor emocional de una trama que se compone de personajes reales y ficticios y de situaciones que pudieron ser y quizás, y esto es lo maravilloso de la literatura, probablemente, fueron así.
Convaleciente y recién llegado a España y recibido por el pueblo leonés vemos que llevó y trajo al joven Manuel Llamazares y adónde irá. Novela lenta, sin que esto sea un defecto, el autor nos va contando con la serenidad de una historia cercana los detalles de una vida que como todas esconde su revés de angustia y deseos de triunfar. La lentitud a la que aludimos es a la de un director de cine que rueda una historia de emociones y circunstancias no de explosiones ni de efectos especiales, que los hay (lean las secuencias de las batallas aéreas o la brutalidad de la Gestapo).
Historias políticas, conspiraciones, historias de amistad entrañable y una hermosa historia de amor son las líneas que se cruzan en esta novela que nos revela un berlín de la segunda guerra mundial y nos revela muchas de las claves de esos días en los que la historia de España también estaba sufriendo los grandes cambios que han conformando parte de lo que somos hoy. Claudia Stolz es un personaje entrañable completo y lleno de vitalidad y valentía. El amor de Manuel y su debilidad.
El autor consigue crear una atmósfera verosímil, situar perfectamente a cada personaje sin atosigar al lector con su vasto conocimiento de la época y de los hechos narrados. Pasamos de escena dentro de cada capítulo con la naturalidad del que cuenta una historia que conoce muy bien y la tiene cerca del corazón. Dosifica con extrema delicadeza la tensión, va a sorbitos por la historia, las extiende como las caricias que mejor nos estremecen y nos enseña que la buena literatura se hace a fuego lento, trabajando como los antiguos orfebres la pieza de oro para que la joya sea única.
¿Y qué es el método Coué que es? No aparece sino hasta muy tarde en la novela (esa es una de las intrigas de la novela ¿cuándo aparece?) y se convierte en una constante para el resto de la novela. Un psicólogo francés propuso una terapia sencilla que consistía en decirse a uno mismo “hoy me siento mejor, me encuentro mucho mejor”. Este auto-convencimiento terminaría con los males de paciente y le traería el bienestar que necesita. “El método Coué”, la novela, no necesita decirse a sí misma “seré una buena novela”. Llega desde el principio a intrigarnos, nos invita a seguir la estela del héroe familiar, de la historia traída del pasado para aclararla por medio de la literatura que para estas sagas familiares funciona muy bien. Graciano, tío del autor, es quien mejor retrata esta novela. En los agradecimientos nos cuenta Javier que su tío dice que este libro “no cuenta más que mentiras”. ¡Premio, Graciano! Esta es la esencia misma de la literatura: mentiras que podrían ser. Un abrazo desde aquí.
Esta novela no hace concesiones con ninguno, trata desde la realidad de los hechos a todos los bandos implicados, muestra (no discute, no plantea) las inconsistencias ideológicas de unos y otros y muestra la vida diaria de aquellos años que tienen de hermosos los ejemplos personales que lo conforman pero que no deseamos jamás que vuelvan. Javier toca muy bien una época que aun duele y no se casa con ninguno: esta novela no va de esa simpleza, de buenos y de malos, va de vida, de amor de tristezas y de conquistas.
Al final cundo volvemos a la cama del convaleciente “héroe de Klin” nos queda todo claro, respiramos más tranquilos y sonreímos por encontramos allí con dos mujeres. Quiénes son, que harán, a dónde llevaran a nuestro héroe. Javier Menéndez Llamazares nos ha servido de anfitrión en una fiesta de la memoria y de las palabras que sumadas no acercan a una historia que vale la pena revisitar. Es un libro redondo, su mecanismo hace “clic” y nos deja con el sabor de las buenas historias y nos hace pedirle más letras. No tiene el autor que echar mano del método Coué, el del psicólogo francés, no tiene que convencerse de nada: domina la técnica, es dueño de una personalísima manera de narrar. Es sin lugar a dudas un autor al que tenemos que seguir porque nos dará mucho de qué hablar y de leer.
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