La solvencia literaria de Javier Marías está fuera de toda discusión aunque, seguro, que alguien dirá que no es así. Querido y admirado por muchos lectores, los que siguen su columna de El país pueden ahora contar con la compilación en un libro del 95 artículos, (que no son ni mucho 95 tesis y menos las de Lutero) que compren el periodo 2007-2009, de febrero a febrero. Un buen regalo para los amantes de esa maravilla de género literario que es el artículo periodístico.
Y también es conocida la faceta de rotundo de Marías, de intelectual que mira de frente dice y escribe lo que cree es correcto sosteniendo sus tesis con vehemencia, lo que es posible (seguro) que le haya granjeado más de un conflicto pero, aun así, estos artículos no dejan indiferente a nadie.
Desde el prólogo, en el cual se explica el origen del nombre del libro y que es toda una declaración de principios de por dónde van los tiros de estos s artículos de opinión hasta el último de ellos, “Lo que no vengo a decir” nos asalta y nos sorprende, nos hace pensar, querer, e incluso (en más de un artículo) querer llamar al autor para reclamarle un par de cosas. Muchos de ellos son pequeñas perlas que muestran el genio de este autor de prestigio de nuestras letras.
En algún artículo habla de los blogs y de lo tedioso que le resultaría tener uno (una región ocultamente furibunda) o ese otro en el que habla del real Madrid y de su deseo de que Jorge Valdano vuelva al banquillo de Chamartín el que da título al libro nos habla de esa vieja costumbre española que Fernando Díaz-Plaja recogió en “Arte y oficio de hablar”, a saber, el uso del discurso ajeno para la propia futura perorata”, es decir, no escuchamos al otro más que para elaborar nuestra respuesta sin escucharle. Así, como Marías describe en su brillante artículo, “ya, lo que este tío viene a decir…” y el lector no se ha quedado con nada de lo que el texto dice sólo con una opinión muy particular de lo que se vino a decir (a escribir, en este caso).
Sobre todo nos llama la atención aquel en el que reflexiona sobre lo efímero de una obra literaria (El temor de vivir a destiempo), del tiempo y del sacrificio que hace el escritor para que su “novedad” editorial dure apenas unas semanas y se relegue al olvido. Todos vamos hacia el olvido es cierto, pero no deja de ser un reto esa reflexión ceñida a la actualidad y da una medida de la velocidad con la que van las cosas en estos días.
Algunos artículos polémicos hablan de derechos, de opiniones políticas y de curiosidades de nuestro solar patrio y aun así todos ellos nos dejan prendida en la mente una idea para rumiar, un motivo más para querer más o no a un escritor que, diga lo que diga, es un referente estilístico, técnico e intelectual de las letras españolas modernas nos guste o no lo que haya venido o no a decir.
Y también es conocida la faceta de rotundo de Marías, de intelectual que mira de frente dice y escribe lo que cree es correcto sosteniendo sus tesis con vehemencia, lo que es posible (seguro) que le haya granjeado más de un conflicto pero, aun así, estos artículos no dejan indiferente a nadie.
Desde el prólogo, en el cual se explica el origen del nombre del libro y que es toda una declaración de principios de por dónde van los tiros de estos s artículos de opinión hasta el último de ellos, “Lo que no vengo a decir” nos asalta y nos sorprende, nos hace pensar, querer, e incluso (en más de un artículo) querer llamar al autor para reclamarle un par de cosas. Muchos de ellos son pequeñas perlas que muestran el genio de este autor de prestigio de nuestras letras.
En algún artículo habla de los blogs y de lo tedioso que le resultaría tener uno (una región ocultamente furibunda) o ese otro en el que habla del real Madrid y de su deseo de que Jorge Valdano vuelva al banquillo de Chamartín el que da título al libro nos habla de esa vieja costumbre española que Fernando Díaz-Plaja recogió en “Arte y oficio de hablar”, a saber, el uso del discurso ajeno para la propia futura perorata”, es decir, no escuchamos al otro más que para elaborar nuestra respuesta sin escucharle. Así, como Marías describe en su brillante artículo, “ya, lo que este tío viene a decir…” y el lector no se ha quedado con nada de lo que el texto dice sólo con una opinión muy particular de lo que se vino a decir (a escribir, en este caso).
Sobre todo nos llama la atención aquel en el que reflexiona sobre lo efímero de una obra literaria (El temor de vivir a destiempo), del tiempo y del sacrificio que hace el escritor para que su “novedad” editorial dure apenas unas semanas y se relegue al olvido. Todos vamos hacia el olvido es cierto, pero no deja de ser un reto esa reflexión ceñida a la actualidad y da una medida de la velocidad con la que van las cosas en estos días.
Algunos artículos polémicos hablan de derechos, de opiniones políticas y de curiosidades de nuestro solar patrio y aun así todos ellos nos dejan prendida en la mente una idea para rumiar, un motivo más para querer más o no a un escritor que, diga lo que diga, es un referente estilístico, técnico e intelectual de las letras españolas modernas nos guste o no lo que haya venido o no a decir.
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