17 junio, 2009

Marilyn, los melones y Warhol

Paré por deseo expreso de mi mujer Marga Collazo. “Un melón”, me pidió mientras me bajaba del coche y en el puesto de melones y sandías estaba de pie concentrado, pesando sistemáticamente la fruta, un hombre entrado en carnes, medio calvo y con sonrisa de experto del pueblo. Me acerqué y le pedí un melón, “para comer esta tarde” le dije “y un sandía”, añadí por que el color rojo dulce de una de ellas abierta por la mitad como reclamo, me hizo agua la boca. En la pared blanca y metálica del kiosco, solo y desafiando la blancura de una recinto nada apropiado para ello, estaba colgada la imagen de Marilyn Monroe pintada por Andy Warhol en el 67. Me sorprendió y pregunté.
¿Le gusta Marilyn?
Sí, me acompaña y además Warhol la pintó como un mito moderno.
No entendí la frase y se dispuso el admirador de Marilyn a cobrarme por el melón y la sandía. Pagué y mientras venían las vueltas me preguntó que si admiraba yo a Marilyn. “Tampoco mucho” le contesté y creo que se sintió un poco decepcionado, tenía ganas de charla o eso me pareció y lamenté no haberle mentido para saber más de su admiración por la tentación que vivía arriba. Cogí el dinero y me dijo que si había cualquier problema con el melón o la sandía que se los trajera. Garantizaba el dulzor de ambas. Nos despedimos y subí al coche.
Tengo que volver en estos días para ver al amigo de Marilyn y Warhol: las sandías y los melones están de muerte.

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