Pisotear la democracia, eso es lo que está haciendo el ejército hondureño. Pero hay un revés de esta trama que no debe desviarnos de un hecho también antidemocrático: convocar un referéndum contra la legalidad constitucional. No olvidemos que el mismo Manuel Zelaya, amigo de Hugo Chávez, quería combinar la constitución para reelegirse.
Nada justifica un golpe de estado. En democracia hay que respetar las reglas del juego, empezando por los propios políticos, pero también, y esto es fundamental, el ejército que debe garantizar la seguridad de los ciudadanos debería mantenerse en los cuarteles y no prestarse, usando la fuerza de las armas, para intimidar al pueblo. Al presidente Zelaya tenían que haberlo destituido sus propios copartidarios pero no usando las ramas. Esto, aparte de ser cobardía, es un atropello contra la legitimidad democrática elegida por el pueblo libre en unas elecciones limpias.
Para noviembre habrá elecciones en Honduras. ¿Qué pasará de aquí a esta fecha? Crispación, muerte, incertidumbre, más pobreza. El presidente Zelaya debe volver a Tegucigalpa, asumir su mandato y ser inmediatamente depuesto, democráticamente, usando los resortes democráticos por no plegarse a la Constitución. El pueblo hondureño no debe olvidar las malas intenciones ilegales de su Presidente pero tampoco debe tolerar que los militares garanticen la libertad con las arma. La libertad bajo las pistolas no es libertad, es incertidumbre y tensión.
En Panamá pasó algo parecido y pasaron 20 años de dictadura. Que no les pase lo mismo hermanos. Desde aquí nuestro apoyo y repulsa sin fisuras al golpe de estado. Pero mi enérgica repulsa a un referéndum antidemocrático perpetrado por un hombre que juró un día respetar la constitución.
Necesitamos un equilibrio en estas horas tensas, en esta hora de la verdad, en estos días en los que la democracia y no las dictaduras militares ni los intervencionismos de amigotes con aires bolivarianos. Es la hora de la verdad para los hondureños y para todos los que amamos la libertad.
Nada justifica un golpe de estado. En democracia hay que respetar las reglas del juego, empezando por los propios políticos, pero también, y esto es fundamental, el ejército que debe garantizar la seguridad de los ciudadanos debería mantenerse en los cuarteles y no prestarse, usando la fuerza de las armas, para intimidar al pueblo. Al presidente Zelaya tenían que haberlo destituido sus propios copartidarios pero no usando las ramas. Esto, aparte de ser cobardía, es un atropello contra la legitimidad democrática elegida por el pueblo libre en unas elecciones limpias.
Para noviembre habrá elecciones en Honduras. ¿Qué pasará de aquí a esta fecha? Crispación, muerte, incertidumbre, más pobreza. El presidente Zelaya debe volver a Tegucigalpa, asumir su mandato y ser inmediatamente depuesto, democráticamente, usando los resortes democráticos por no plegarse a la Constitución. El pueblo hondureño no debe olvidar las malas intenciones ilegales de su Presidente pero tampoco debe tolerar que los militares garanticen la libertad con las arma. La libertad bajo las pistolas no es libertad, es incertidumbre y tensión.
En Panamá pasó algo parecido y pasaron 20 años de dictadura. Que no les pase lo mismo hermanos. Desde aquí nuestro apoyo y repulsa sin fisuras al golpe de estado. Pero mi enérgica repulsa a un referéndum antidemocrático perpetrado por un hombre que juró un día respetar la constitución.
Necesitamos un equilibrio en estas horas tensas, en esta hora de la verdad, en estos días en los que la democracia y no las dictaduras militares ni los intervencionismos de amigotes con aires bolivarianos. Es la hora de la verdad para los hondureños y para todos los que amamos la libertad.
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