Creí que era suficiente con que le gustara a Cortázar pero no: el jazz me lo trajo ella, Marga. Siempre que ponemos los discos nos vamos al blanco y negro y yo soy una especie de guapetón engominado y ella llega tímida a mi local luciendo vestido negro ajustado y pidiéndome fuego para su cigarrillo y para lo demás. Acaba el disco. Hemos bebido más vino de la cuenta y ella ya no tiene vestido (ni a color ni en blanco y negro) y yo no soy un engominado y menos un guapetón, quedan una especie y una mujer que emborrachó la timidez a punta de jazz y de vino. Además, menos mal que no fumamos ninguno de los dos.
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