Ignacio se dejó su libreta en casa y le ha dado una diarrea creativa. No tiene papel para recogerla. Se apunta las ideas en la mano y va por la calle con cara angustiada buscando una papelería. "Tres euros" le dice el dependiente. Con rabia saca del bolsillo la onerosa cantidad y se mete en un café para escribir. Se queda sin tinta. Decide pedirle al camarero prestado el bolígrafo. No la pluma como en Panamá. Aquí en España eso sería arriesgado.
Cuarta enseñanza: lleva siempre contigo lo necesario para escribir. Nunca se sabe cuando nos viene un apretón.
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