Francisco Casavella deslumbró a la crítica y al público con su primera novela “El triunfo” (Anagrama, 1990) en la cual Palito narra a ritmo de tragedia rumbera la ejecución de la venganza del Nen contra el Gandhi, un capo en decadencia del barrio chino barcelonés. En esta novela, que cuenta con una versión cinematográfica, no sobra nada, sus dimensiones son las justas para dejarnos, luego de leída con el eco del argot y el deje de los matones de barrio. Es un verdadero coro de historias divertidas que entristecen y que casi nos permite palpar el deterioro de una sociedad que solo cree en la violencia.
A pesar de su brutalidad natural, más allá de los sucesos terribles, en el barrio se suceden historias de amor y, dentro del escalafón de la mafia del barrio, sus soldados rasos para siempre sueñan con subir unos pocos peldaños hasta los que queden cerca de la vida porque, como dice el narrador protagonista y testigo de la rumba triste de esta novela, “en aquel Barrio se trataba de vivir, aunque se rieran de ti y yo he ganado, se lo juro. Porque me pellizco y me duele y estoy vivo…”
Ese Barrio con mayúscula encierra todos los barrios, narra todas las mafias y pone sobre la mesa todas las tragedias urbanas con sus motes imposibles y sus rostros de duros de película de Hollywood, sus rencillas y pequeñas alegrías. Recuerda a los barrios de los suburbios panameños donde también vive un “Tostao” que es “Chombo” y un “Topo” que en su versión tropical panameña se llama “Lombriz”. Y también un “Palito” cuenta la vida del Barrio pero le llaman “Feo” en Panamá porque la anatomía de estos universos y su geografía es la misma.
La novela intercala un breve cuaderno con notas de una conciencia atormentada, la del Gandhi, donde el ritmo narrativo cambia, es más intimista y resulta un contrapunto acertado para equilibrar la novela. A la vez estos capítulos explican la venganza, sus motivos, revela la parte oculta de la violencia del Nen, la explica. En estos capítulos Casavella se revela como un brillante narrador de sentimientos, de las texturas más delicadas del alma humana.
La búsqueda de un lenguaje preciso sin ser artificioso ni artificial por parte del autor revela una tarea de modelista que seguro le habrá tomado más de una tarde y una caña por el barrio chino barcelonés indagando como se llama a la realidad en aquellos pagos. Es un alarde sin cargar la obra de verdadero equilibrio, sin sacrificar el ritmo narrativo ni la comprensión de la historia. Un prodigio de primera novela.
La fiesta de los sentidos que es el triunfo reveló en su día lo que francisco Casavella terminó siendo: un gran novelista, un narrador excepcional que sólo la muerte pudo arrebatar de su mesa de trabajo. La maravilla de estas 175 páginas es la capacidad de evocar una realidad por medio del correcto cruce de las historias que “Palito” nos va enhebrando, poco a poco, hasta revelarnos que es la venganza el fin de todas ellas. Casavella dice en la novela que “ni el hombre aproximadamente honrado sabe cuál de sus cuentas será la que habrá de pagar al final”. Francisco Casavella, la pago desde el principio: una novela que le abrió un lugar en las mejores letras españolas.
A pesar de su brutalidad natural, más allá de los sucesos terribles, en el barrio se suceden historias de amor y, dentro del escalafón de la mafia del barrio, sus soldados rasos para siempre sueñan con subir unos pocos peldaños hasta los que queden cerca de la vida porque, como dice el narrador protagonista y testigo de la rumba triste de esta novela, “en aquel Barrio se trataba de vivir, aunque se rieran de ti y yo he ganado, se lo juro. Porque me pellizco y me duele y estoy vivo…”
Ese Barrio con mayúscula encierra todos los barrios, narra todas las mafias y pone sobre la mesa todas las tragedias urbanas con sus motes imposibles y sus rostros de duros de película de Hollywood, sus rencillas y pequeñas alegrías. Recuerda a los barrios de los suburbios panameños donde también vive un “Tostao” que es “Chombo” y un “Topo” que en su versión tropical panameña se llama “Lombriz”. Y también un “Palito” cuenta la vida del Barrio pero le llaman “Feo” en Panamá porque la anatomía de estos universos y su geografía es la misma.
La novela intercala un breve cuaderno con notas de una conciencia atormentada, la del Gandhi, donde el ritmo narrativo cambia, es más intimista y resulta un contrapunto acertado para equilibrar la novela. A la vez estos capítulos explican la venganza, sus motivos, revela la parte oculta de la violencia del Nen, la explica. En estos capítulos Casavella se revela como un brillante narrador de sentimientos, de las texturas más delicadas del alma humana.
La búsqueda de un lenguaje preciso sin ser artificioso ni artificial por parte del autor revela una tarea de modelista que seguro le habrá tomado más de una tarde y una caña por el barrio chino barcelonés indagando como se llama a la realidad en aquellos pagos. Es un alarde sin cargar la obra de verdadero equilibrio, sin sacrificar el ritmo narrativo ni la comprensión de la historia. Un prodigio de primera novela.
La fiesta de los sentidos que es el triunfo reveló en su día lo que francisco Casavella terminó siendo: un gran novelista, un narrador excepcional que sólo la muerte pudo arrebatar de su mesa de trabajo. La maravilla de estas 175 páginas es la capacidad de evocar una realidad por medio del correcto cruce de las historias que “Palito” nos va enhebrando, poco a poco, hasta revelarnos que es la venganza el fin de todas ellas. Casavella dice en la novela que “ni el hombre aproximadamente honrado sabe cuál de sus cuentas será la que habrá de pagar al final”. Francisco Casavella, la pago desde el principio: una novela que le abrió un lugar en las mejores letras españolas.