21 mayo, 2009

Por los senderos con... Alejandro Hernández






Silencio. Se rueda la entrevista en diferido con Alejandro Hernández autor de “Oro ciego” (Salto de página, 2009).

Interior. Es de día. En las ventanas, luz de visillos. Fuera, la calle ruge. A la derecha del plano Alejandro Hernández autor de “Oro ciego”. A la izquierda con cara de haber encontrado un tesoro, Pedro Crenes Castro que le entrevista.

1. Esta es una novela histórica ¿Con quién te encontraste y dónde para que esta novela naciera?
Me encontré conmigo mismo dando clases de inglés en un aula de séptimo grado llena de niños insoportables, así que me dije, éste no es el camino, y busqué otra forma de ganarme la vida. Me enteré de un concurso de cine donde pedían historias sobre la guerra del 98 y me inventé la mía. ¿De dónde salió? No lo sé, pero si me pongo freudiano creo que es algo que arrastro desde la adolescencia; cuando tenía quince años vi una película cubana llamada “Jíbaro” que arrancaba con un tempo de western, algo inaudito en el cine nacional, y recuerdo que pensé; coño, que bueno sería hacer una historia a lo western en el trópico caribeño, pero en vez de cowboys que fueran guajiros cubanos. Cuando salió el concurso de cine tiré de aquella idea y convertí a los guajiros en mambises y al western en una aventura de buscadores de oro.


2. ¿Tienes a “Oro ciego” por una novela histórica o una novela basada en hechos históricos?
Es un debate interesante que ha salido en algunas entrevistas. Creo que el problema parte de la percepción que existe hoy de lo que es una novela histórica, o sea, Oro Ciego no tiene mil páginas ni salen reyes ni templarios. Tampoco hay grandes batallas, pero transcurren con el fin de la guerra del 98 como telón de fondo. Honestamente, yo sólo quería escribir una novela de seres humanos sobreviviendo a situaciones muy límites. Elegí una época que resultó trascendental en la vida de cubanos y españoles, pero mientras la escribía no pensaba si estaba haciendo género o no.

Cortamos y visionamos las dos primeras preguntas. “Vale” dice el director y ahora ensayamos la siguiente escena.
Fundido.
Exterior. Playa de Samil, Vigo. Planos del horizonte y las luces del atardecer. Plano de los dos hombres caminando. A la izquierda el autor y a la derecha el entrevistador. El plano sube hasta un primer plano de ambos. Oímos la pregunta mientras el mar ruge.




3. Una pregunta sobre la “documentación diferida”. Tus padres se patean la Habana buscando lo que le pides para documentar la novela ¿Cómo se ven las cosas desde tan lejos?
Con mucha perspectiva. Salir de tu país, al menos por un tiempo, es de las cosas más sanas que uno puede hacer, sobre todo mentalmente. Los cubanos somos muy endogámicos, como durante siglos el oro de América salía de La Habana rumbo a España, eso hizo que nuestros abuelos se creyeran el centro del mundo, la llave del continente. Y lo hemos heredado generación tras generación. Hoy mismo, con el país hecho pedazos, mucha gente sigue pensando que el mundo vive pendiente de lo que ocurre allí. Es una isla con una inmensa necesidad de autocrítica, y un grave problema de ego. Por eso en Oro Ciego me negué a dejarme llevar por los mitos. En las escuelas de allí te cuentan que la guerra de independencia fue una lucha entre españoles por un lado, y el pueblo cubano por el otro. Y eso es falso. Hubo sesenta mil cubanos luchando junto a España contra quince mil independentistas. Es cierto que la mayor parte de la población blanca estaba harta de Madrid, pero también temía a los mambises porque el 80% de sus soldados eran negros, y sentían pánico de que terminaran instaurando una república como en Haití. A mí no me interesa una historia de buenos y malos. Me interesa lo que es humano, la sinrazón, el miedo, la duda. Ahí es donde está la emoción, el drama bueno. Lo que pasa es que intentar hacer eso con la historia de tu país requiere tiempo y distancia. Mucha distancia.

4. “Cuando rebuscas en la memoria nadie garantiza lo que pueda salir” dice Alex Pashinantra. ¿Que ha encontrado Alejandro Hernández después de concluida la novela?
Me siento muy liberado. A nivel personal me he sacado unos cuantos fantasmas de encima. Hay mucho de mí en Alex Pashinantra. Y en cada una de las situaciones que él vive yo he aprovechado para soltar mi propio lastre. A veces de forma consciente, a veces no, pero supongo que le ocurre lo mismo a todos los escritores. En cualquier caso, el sentimiento predominante después de concluida la novela ha sido el alivio. Un profundo y reparador alivio.

5. Muchas de las novelas históricas adolecen de una narración acartonada y académica, ¿qué opinas sobre ellas?
Me gusta que la gente lea, da igual qué. Recuerdo que en mi escuela de cine había un profesor que llevaba un curso de introducción al cine para niños de doce años. El se empeñaba en ponerles a David Lynch, a Tarkovsky. Yo le decía que con eso lo único que iba a conseguir es que odiaran el cine. Uno no se hace escritor leyendo a Proust, primero hay que leer a Salgari. Creo que esas novelas de las que hablas cumplen su función. Yo hace 20 años andaba fascinado con Azteca, de Gary Jennings. Hoy no me la compraría, pero la recuerdo con gratitud. Es cierto que ese tipo de novela histórica suele estar escrita con un estilo acartonado y académico, probablemente porque sus autores son profesores de literatura o historia a los que les fascina leer, y un día deciden dar el paso. No seré yo quien lo critique, muy al contrario, admiro a quien lo hace, aunque sólo sea para demostrarse a sí mismo de lo que es capaz. Es un tipo de novela histórica más accesible para un público que no quiere mucho “rollo”. Y eso es legítimo, beneficia al mercado, y no creo que le quite espacio a otro tipo de novela histórica, porque al final hay lectores para todos, unos prefieren a Ken Follet, otros a Umberto Eco o a Pérez-Reverte. Y quién empieza con Los pilares de la tierra puede que un día termine leyendo Guerra y Paz, de Tolstoi, o Los Miserables de Víctor Hugo (nadie ha contado la batalla de Waterloo como él) o La Ilíada. ¿Acaso eso no es también novela histórica?

Les vale la escena y la cosa se va animando. Toca hablar de mujeres.
Interior. Bar. Acodados en la barra autor y entrevistador beben “cubas libres” para dar ambientillo cubano a la escena. Música de Celia Cruz. Botellas de ron en las estanterías.

6. Hilda María es para mí uno de los personajes más pragmáticos de la novela, quiere redimirse ella y con ella a todos lo que han sufrido injusticias ¿qué opinas de ella?
Pues que tienes razón. ¿Qué puedo opinar yo? Tú la ves así. Y agradezco que la veas así. Es un homenaje a mi abuela materna (se llamaba Hilda María), pero decirte lo que pienso de ella no aportaría nada, sería enjuiciarla, y eso me da cierto pudor. Lo importante es cómo la ves tú. Y no tienes idea de cuánto aprendo de lo que me dice un lector.

7. Gador es una mujer enigmática, con una vida terrible y con un sueño. ¿Cómo surge esta mujer con una vida afectiva tan turbulenta?
Me encanta trabajar personajes al límite. Antes te decía que no creo en buenos y malos. Me obsesionan los personajes complejos; el que odia a su padre pero lo necesita, el Homer Simpson que es irresponsable y casi alcohólico pero adora a su familia, el Toni Soprano que viene de asesinar un tío a puñetazos y le echa la bronca a su hijo porque no hace los deberes. Toda vida está llena de cosas maravillosas y terribles, ¿Por qué renunciar a eso? Yo además soy un psicólogo frustrado, y me encanta hablar con gente que ha vivido cosas... da igual si es una guerra, un divorcio o la ascensión al Aconcagua. Me da armas para escribir. Me ayuda a darles una verdad a mis personajes (o por lo menos intentarlo). Los budistas tienen un dicho que dice: sólo cuando te expones a la aniquilación descubres lo indestructible de ti mismo. Creo que Gador nace de ahí.

Hablamos de cine y de técnica literaria.
Interior. Cine Doré. Plano atrás como si vieran una película. Siguiente plano de frente. Hay una butaca entre el novelista y el entrevistador. Con luces como si en la pantalla se proyectara una película.

8. ¿Qué le debe al cine esta novela?
Todo. Su origen, el ritmo, la estructura. Hay muchos escritores que le deben su oficio al periodismo, yo pertenezco a un grupo que en vez de formarse en las redacciones de los periódicos lo ha hecho escribiendo guiones. La tiranía de los presupuestos, de no hacer escenas de más de cuatro páginas, de construir personajes en dos, todo eso jode mucho, pero te enseña.

9. La atmosfera de la isla, los lugares, la humedad ¿Cómo ha sido la elaboración de esa atmósfera?
Conozco Pinar del Río porque en el pre-universitario nos mandaban todos los años a trabajar allí, durmiendo en barracas de madera y recogiendo hojas de tabaco. De esa experiencia recuerdo el olor de los sembrados, los aguaceros tremendos, el infierno de los mosquitos. Mi familia paterna es de Cienfuegos, es una ciudad que asocio mucho a mi niñez. Tenía un tío que era técnico avícola y me llevaba a recorrer sus campos, con él visité Palmira (el pueblo de Alex Pashinantra). Pero mi experiencia rural es muy limitada. Las últimas veces que fui a Cuba, ya con la novela en mente, estuve más pendiente de ciertos detalles. Por ejemplo volví a Viñales después de diez años y me sorprendió cuánto ha cambiado el pueblo. Lo vi más próspero, y eso es raro en Cuba. Para el capítulo de los reconcentrados leí crónicas de periódicos americanos y me sirvieron mucho las historias de un amigo que fue custodio en la embajada del Perú. En el año 80 diez mil cubanos se asilaron allí, en apenas mil metros cuadrados... la atmósfera que se vivió en aquel sitio fue tremenda. El gobierno les daba comida en cajitas pero lo que ocurrió de puertas para adentro merece un libro entero.

10. ¿De donde surgen los mastines ciegos?
Cuando tenía veinte años me dio por recorrer cuevas. Me uní a un grupo de amigos y nos íbamos los fines de semanas de “exploración”, una de las cosas que me maravilló descubrir fue que los animales que viven dentro de las cuevas no tienen color, ni ojos. Por ejemplo los peces son ciegos, las arañas transparentes, y tiene lógica porque en medio de la oscuridad qué sentido tiene el color, o tener ojos... es una fauna muy curiosa. De ahí salen los mastines ciegos. Unos perros que han estado cien años encerrados en cavernas se adaptan al medio y evolucionan...

Exterior. Plaza del descubrimiento en Madrid. Sentados en sillas de directores de cine y con la estatua de Colón apuntando hacia América, el autor de “Oro ciego” responde a la última batería de preguntas. Plano general con bandera ondeante y estatua. Siguiente plano a los hombres sentados.
11. La brutalidad necesaria aflora en esta novela y la narración de los hechos que vivió Alex son terribles. ¿Han cambiado las guerras tú que has estado sirviendo como cronista en una?
Ya me hubiera gustado ser cronista. Yo simplemente colaboraba de vez en cuando con el periódico del ejército (gracias al corresponsal oficial, Pastor Batista, que fue muy generoso conmigo). También tuve la suerte de recorrer Angola y ver lo que era ese país gracias a mi padre. Cuando yo llegué a Angola él y mi madre estaban allí terminando su misión (la guerra duró quince años, así que hubo tiempo de ver pasar padres, hijos y casi nietos). Coincidimos unos cuatro meses antes de que se marcharan. Mi padre era piloto y había dejado los migs para volar aviones de transporte militar, así que cada vez que pude me fui a volar con él. Así conocí Benguela, Lubango, Cahama, nos recorrimos en jeep cientos de kilómetros por la carretera panafricana hasta casi la frontera de Namibia. Vi que aquella guerra no tenía nada que ver con el comunismo, en el fondo todo era una cuestión tribal en la que nosotros no pintábamos nada. Para los angoleños la guerra entre etnias seguía siendo la misma de hace doscientos años, lo diferente es que ahora en vez de pelear con arcos y flechas usaban los kalashnikov que les dábamos nosotros, o los M-16 que les entregaban los americanos. Una locura. ¿Han cambiado las guerras? Sólo en las formas. Evolucionan las armas, las tácticas, la tecnología, pero la mentalidad no. En el fondo seguimos siendo igual de primarios. Cambiar una forma de pensar o de relacionarte con el prójimo es lo más jodido del mundo.

12. Es un “americano”, un estadounidense, el que juzga toda esta brutalidad vivida por Alex. ¿Es una metáfora de lo que ha ocurrido históricamente con Cuba y con América Latina?
Estados Unidos no fue justo con los mambises. Desdeñaban su forma de hacer la guerra, el hecho de que tuviera tantos soldados negros. Muchos oficiales americanos pensaban encontrarse un ejército de cubanos blancos, con uniformes y reglas civilizadas, no aquella tropa de descamisados que peleaba con machetes. Incluso después de firmar la paz con España, permitieron que Madrid siguiera combatiendo a los independentistas. No fueron leales con los mambises, un ejército pobre, pero que había desgastado a España tras varios años de guerra. Porque la verdad es que Estados Unidos venció a España en tres meses no porque sus generales fueran más listos (de hecho cometieron muchos errores tácticos), la verdadera razón de la victoria norteamericana está en el deplorable estado en que se encontraba el ejército español tras una guerra de desgaste que lo dejó exhausto y con más de cuarenta mil muertos.
No quiero caer tampoco en un antiamericanismo facilón. Estados Unidos, entró en la guerra por sus intereses, pero también muchos cubanos llevaban años deseándolo. Y lo propiciaron. Es cierto que impuso a Cuba una constitución a su medida, pero los diputados que la aprobaron no eran yanquis, eran coroneles y generales del ejército mambí que podían haberse negado (algunos se negaron, de hecho). En Cuba estamos acostumbrados a buscar las culpas fuera, y eso siempre es fácil, y evita el doloroso acto de mirar dentro de ti. El día que nos quedemos sin enemigo será muy traumático. Y no todos están preparados para eso. Lamentablemente.

13. ¿Qué lee en estos días Alejandro Hernández?
Llevo una semana leyendo Relatos, de Rudyard Kipling. Un autor del que sólo había leído El libro de la selva, con doce años. Me ha sorprendido mucho.


14. ¿En que trabajas a día de hoy?
Me gano la vida con el cine, así que estoy con dos películas, una que se debe rodar a finales de año dirigida por Manuel Martín Cuenca, y otra que estoy escribiendo con Mariano Barroso para Telecinco Cinema.

En ninguna de ellas hay soldados ni cuevas ni perros. Simples historias de gente común.

Fundido en negro. FIN.

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