Llevo recorriendo la feria del libro de Madrid dieciocho años y la verdad es que hay cosas que no cambian nunca sobre todo la manera de recordarla. Tiene la feria para los que nos gusta asistir un aire de encuentro y un gusto a oportunidad necesaria.He visto a muchos escritores durante estos años de idas y venidas, de buenos y malos libros.El año de su Cervantes me encontré con mi querido Guillermo Cabrera Infante con el semblante serio y yo me paseaba un poco temeroso de acercarme hasta la caseta donde firmaba. Me armé de valor y le llevé “La Habana para un infante difunto” que había comprado en otro lado, una edición conmemorativa del Cervantes, “¿le importa?” le dije con seriedad, “claro ¿de dónde es usted?” “¿De Panamá?” “De Panamá, buena tierra” me dijo y hablamos de mis deseos de escribir. Me estrechó la mano y me fui. Me habría gustado charlar más pero no pude, había más gente esperando.También me encontré un año con Carmen Martín Gaite que se estaba comiendo una manzana y a punto de cerrar el puesto donde estaba firmando “¿podría usted…?”, “el último, justo a tiempo”, me lo firmó, “Irse de Casa”, y me fui, había quedado con unas amigas Carmen y tenía prisa. No pudimos hablar un poquito más. Pocos meses después murió.También recuerdo la larga cola que había para que Vargas Llosa firmara “La fiesta del Chivo” su vuelta de la política a las letras que tanto éxito tuvo. Un hombre delante de mí tardó un buen rato porque nos enseñó (me acerqué que más me daba) una foto de unos familiares suyos españoles que fueron asesinados en República Dominicana bajo la dictadura del Chivo, muy interesante, es lo que tiene la literatura.He visto desde lejos a Umbral, a Sabina, al sempiterno Gala y recientemente, en una inmensa cola a Íker Jiménez y a Carmen Porter firmando a dos manos sus libros. Increíble, es lo que tiene esta Feria que todos caben, que todos venden, que todos (espero leamos).Los encuentros con los editores, esa gente maravillosa que hace que la rueda siga como Juan Casmayor y Enrique Redel, son siempre cercanos, siempre cordiales, llevando allí donde van libros, letras y páginas y páginas de buena literatura. Gente con una visión del sector amplísima, con el deseo de que los buenos libros no pierdan su sitio en medio de tanto bestseller facilón y simplista.Tiempo de feria, tiempo para pasear las ganas de leer y las lecturas hechas por un parque del Retiro que volverá a quedarse pequeño por la afluencia de público que esperamos que este año no renuncie a las buenas letras y que no se pierda en la maraña de malos libros que aunque puedan tener derecho a existir son prescindibles. No está la cosa como para gastarse el dinero en papel manchado de tinta.
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