Definitivamente si a Giosue Cozzarelli y a mí nos metieran en un cuento seríamos definitivamente Bella y la bestia pero sin el final feliz. Nadie va a negar la mayor, es decir, que la chica es bella, chiricana, tierra de mujeres hermosas, y que ahora es famosa. Todo esto por convertir a un señor llamado Confucio en el inventor de la “confusión” y convertirle en japonés.
Ahora llego yo para hacer leña del árbol caído, para poner el dedo sobre la llega y quejarme de lo mal que esta la educación en Panamá y que de verdad me pongo muy pesado con lo de que hay que leer y toda esa cosa. Pues es cierto.
No es que se quiera hacer leña del árbol caído pero me parece que con el caso de esta muchacha, la nueva coyuntura política y con la carta abierta que los escritores panameños hemos publicado para el nuevo mandatario de la nación, al Presidente no le queda más remedio que reaccionar en materia de Educación.
No importa lo nervioso que se esté, la cultura evita estas cosas. Pero no solo la chiricana bella sino el resto de sus compañeras de espectáculo, sin dicción, tartamudeando al leer, entonando francamente mal. Esta mujeres quieren que nos quedemos con las imágenes de su cuerpo pero ¿y el cerebro? No hagamos chistes fáciles. ¿Qué les diremos en el futuro a las chicas que vienen? Parece que no importa, es una gracia, un ratito de risas y aquí no ha pasado nada.
La señorita Giosue Cozzarelli, bien asesorada por su entorno afirma que aprovechará su “momento de gloria” para promocionar una línea de ropa, camisetas con las máximas de Confucio como las que ella no supo explicar. También dice que la paran por la calle para pedirle autógrafos ¿Quién es peor? Lo que me entristece en este cuento es que la bella no ha dicho que vaya a repasar su cultura general para su beneficio y el del país que quiere representar para qué total sólo es Panamá, solo es Chiriquí, que se queden con lo visto y se olviden de lo oído.
No seguirá la bella chiricana la máxima de “leer sin meditar es un ocupación inútil”. Leída su participación en el certamen no meditará en ello, se dedicará a esperar que se lo perdonen por guapa y saldrá a la calle y le pedirán un autógrafo.
El cuento este no tendrá el clásico beso, si serán felices comiendo perdices. Seguirán como si nada y el público la perdonará no por guapa sino por verse identificado con la chica. Ahora todos se apuntarán a la “confusión chiricana” y buscarán la fama a costa de la cultura.
Ahora llego yo para hacer leña del árbol caído, para poner el dedo sobre la llega y quejarme de lo mal que esta la educación en Panamá y que de verdad me pongo muy pesado con lo de que hay que leer y toda esa cosa. Pues es cierto.
No es que se quiera hacer leña del árbol caído pero me parece que con el caso de esta muchacha, la nueva coyuntura política y con la carta abierta que los escritores panameños hemos publicado para el nuevo mandatario de la nación, al Presidente no le queda más remedio que reaccionar en materia de Educación.
No importa lo nervioso que se esté, la cultura evita estas cosas. Pero no solo la chiricana bella sino el resto de sus compañeras de espectáculo, sin dicción, tartamudeando al leer, entonando francamente mal. Esta mujeres quieren que nos quedemos con las imágenes de su cuerpo pero ¿y el cerebro? No hagamos chistes fáciles. ¿Qué les diremos en el futuro a las chicas que vienen? Parece que no importa, es una gracia, un ratito de risas y aquí no ha pasado nada.
La señorita Giosue Cozzarelli, bien asesorada por su entorno afirma que aprovechará su “momento de gloria” para promocionar una línea de ropa, camisetas con las máximas de Confucio como las que ella no supo explicar. También dice que la paran por la calle para pedirle autógrafos ¿Quién es peor? Lo que me entristece en este cuento es que la bella no ha dicho que vaya a repasar su cultura general para su beneficio y el del país que quiere representar para qué total sólo es Panamá, solo es Chiriquí, que se queden con lo visto y se olviden de lo oído.
No seguirá la bella chiricana la máxima de “leer sin meditar es un ocupación inútil”. Leída su participación en el certamen no meditará en ello, se dedicará a esperar que se lo perdonen por guapa y saldrá a la calle y le pedirán un autógrafo.
El cuento este no tendrá el clásico beso, si serán felices comiendo perdices. Seguirán como si nada y el público la perdonará no por guapa sino por verse identificado con la chica. Ahora todos se apuntarán a la “confusión chiricana” y buscarán la fama a costa de la cultura.