Escribir es perseverar. Parece una perogrullada pero es así. Cuando converso con gente que pretende escribir termino diciéndoles lo mismo: hay que insistir. Caerse, levantarse. Apartarse para conversar con los recuerdos, crear historias que luego otros puedan transitar, pero estando solos, es necesario.
No depende de nadie más que de uno lo que se escribe. Ni de los niños que gritan, ni la mujer que reclama o la amante que nos desea con ardor insaciable. De nadie es la gloria ni el infierno literario más que para el escritor. “Un libro puede hablar de soledad o compañía, dice Paul Auster, pero siempre es necesariamente un producto de la soledad”.
Fijarse metas, tirar las líneas de un camino que tenemos que seguir, sembrarlo de soles o de sombras lo que queramos, lo que más nos guste pero la soledad es absolutamente necesaria. Necesaria para digerir toda la realidad que vivimos, porque como ya ha dicho un buen amigo cuenta sólo aquel a que le ocurren cosas.
Vivimos es cierto, vamos, venimos. Nos hacen daño o dañamos y de pronto una mínima luz de unas palabras, un gesto en una foto o una pintada en el baño de una gasolinera ponen en marcha el mecanismo de una historia y entonces sobreviene la necesaria soledad.
Kafka, amigo de la necesaria soledad, dijo que “todo cuanto he realizado, es solo un logro de la soledad”. No sabemos si la soledad nos lleva a escribir o es la escritura la que nos empuja a estarnos solos para escucharla. Sea como fuere, no renunciemos por miedo: hay que estar allí para abrazarla, para que vengan las letras a posarse sobre la pantalla del ordenador con la consabida transpiración de los que luchan solos con personajes de tinta, que viajan en naves de papel o que lloran lágrimas de letras y se enamoran de una esdrújula esbelta o son asesinados por un adverbio mal encarado. De la soledad vienen y en soledad serán leídos.
No depende de nadie más que de uno lo que se escribe. Ni de los niños que gritan, ni la mujer que reclama o la amante que nos desea con ardor insaciable. De nadie es la gloria ni el infierno literario más que para el escritor. “Un libro puede hablar de soledad o compañía, dice Paul Auster, pero siempre es necesariamente un producto de la soledad”.
Fijarse metas, tirar las líneas de un camino que tenemos que seguir, sembrarlo de soles o de sombras lo que queramos, lo que más nos guste pero la soledad es absolutamente necesaria. Necesaria para digerir toda la realidad que vivimos, porque como ya ha dicho un buen amigo cuenta sólo aquel a que le ocurren cosas.
Vivimos es cierto, vamos, venimos. Nos hacen daño o dañamos y de pronto una mínima luz de unas palabras, un gesto en una foto o una pintada en el baño de una gasolinera ponen en marcha el mecanismo de una historia y entonces sobreviene la necesaria soledad.
Kafka, amigo de la necesaria soledad, dijo que “todo cuanto he realizado, es solo un logro de la soledad”. No sabemos si la soledad nos lleva a escribir o es la escritura la que nos empuja a estarnos solos para escucharla. Sea como fuere, no renunciemos por miedo: hay que estar allí para abrazarla, para que vengan las letras a posarse sobre la pantalla del ordenador con la consabida transpiración de los que luchan solos con personajes de tinta, que viajan en naves de papel o que lloran lágrimas de letras y se enamoran de una esdrújula esbelta o son asesinados por un adverbio mal encarado. De la soledad vienen y en soledad serán leídos.
2 comentarios:
mi querido amigo, la soledad es necesaria para toda la vida, nacimos y morimos con ella, la soledad es ese pedazo de universo que sólo es tuyo y de nadie más...
mi querido amigo, la soledad es el grito que necesita ser desahogado , atado a nosostros ,con ella nacemos y con ella morimos, esa parte del universo que sólo a ti te pertenece...
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