Comenzaré por decir que una situación de secuestro es uno de los momentos más estresantes que se puede vivir. Los protagonistas directos sufren un peso de emociones encontradas: impotencia, humillación, desamparo y miedo ante una muerte inminente. Y estas emociones chocan con el deseo de huir, de actuar, de liberarse. Eso los protagonistas directos.
Las familias, inmersas en el vértigo parsimonioso (permítase la paradoja) de un secuestro sufren parecidas emociones a las que se les suma la búsqueda de justicia y de una solución, la que sea, para acabar con el secuestro. Son momentos en los que el único y natural deseo es que el familiar vuelva ileso. No se contemplan, en la mayoría de los casos, ninguna otra opción que no sea la vuelta a casa del secuestrado.
Luego están las instituciones a las que no se les puede achacar responsabilidad del secuestro. No es culpa de nadie, el secuestrado ve conculcada su libertad por una pandilla de malandrines y a las instituciones les toca actuar. No es fácil, lo diré, actuar en circunstancias tan delicadas. Un secuestro desborda las previsiones de los más previsores y en esto no debemos buscar más pies al gato.
Ahora, si una situación de secuestro como la del Alakrana se pone en manos de un Gobierno que lo asume como si fuese una función de circo se corre el riesgo de terminar por pagar el rescate, torcer la Justicia, y mentir a todo el país para congraciarse con los que no se atienen a las reglas del juego.
La alegría que están experimentando los tripulantes del atunero y sus familias es para compartirla, que duda cabe, pero, como se ha orquestado esta liberación y el precio que se ha pagado es materia que debemos considerar. Porque a los españoles no nos puede valer que el Presidente del Gobierno al ser preguntado por lo que pasaría si se diera un hipotético nuevo secuestro responda que “ojalá que no ocurra”. Esa no es respuesta para un país que ahora pasa a formar parte de la nómina de los que pagan secuestros. No me extraña que ahora cuando pasemos por el INEM se nos ofrezca la posibilidad de formar parte de una banda de piratas. Pagando la gente basta un rifle de asalto y un poco de malas pulgas para pedir a golpe de amenaza la cantidad que nos dé la gana.
Con el respeto que requiere una situación extrema como esta y sus protagonistas directos hemos de volver a la consideración de que con extorsionadores, piratas, terroristas o con cualquiera que prive de libertad a otro y pretenda cobrar por ello no se negocia, no se paga, no se cede. Me arriesgo a que el día que me secuestren nadie dé un duro por mí y termine en una cuneta para escarmiento a los que no pagan. Asumiré el riesgo pero no creo que lo que se deba hacer es pagar y financiar con nuestra actitud y nuestro dinero el negocio de la extorción.
Este Gobierno, y espero que sea el único, exhibió estrategias, habló públicamente de sus planes para una salida militar del asunto para dejar vía libre a la única salida que siempre contemplaron: pagar. Si fuese uno de los liberados, nada más llegar a tierra y disfrutar de mi familia y de mi libertad, denunciaría al Gobierno de España por falta de asistencia en caso de secuestro ya que si pagaron el día 47 ¿por qué no hacerlo el día 7? Después está lo de la Justicia, que pretende dar vida a una figura jurídica que llamaré el “Frankenstein legal” ya que las cabriolas circenses que van hacer para liberar a Willy y a su amigo van a ser de traca. No me extraña que los que quieren infringir la ley vengan a nuestro país para hacerlo ya que en el caso de que te pillen saldrás al poco tiempo como en el caso de asesinato de Nagore. Un escándalo.
Luego están los llamados libre pensantes y tolerantes que tildarán esta postura de retrograda, poco altruista y cercana a la oposición al Gobierno. Me da lo mismo. Mi libertad de pensamiento y de expresión, mediado el respeto claro, está por encima de partidismos y politiqueos que son estúpidos sostener hoy.
Un abrazo a las familias y al Gobierno de España mucho ojo, porque si me secuestran quiero que paguen también mi rescate. Que ahorren el dinero que se están sacando con las entradas del circo que han montado en estos 47 días de infarto.
Las familias, inmersas en el vértigo parsimonioso (permítase la paradoja) de un secuestro sufren parecidas emociones a las que se les suma la búsqueda de justicia y de una solución, la que sea, para acabar con el secuestro. Son momentos en los que el único y natural deseo es que el familiar vuelva ileso. No se contemplan, en la mayoría de los casos, ninguna otra opción que no sea la vuelta a casa del secuestrado.
Luego están las instituciones a las que no se les puede achacar responsabilidad del secuestro. No es culpa de nadie, el secuestrado ve conculcada su libertad por una pandilla de malandrines y a las instituciones les toca actuar. No es fácil, lo diré, actuar en circunstancias tan delicadas. Un secuestro desborda las previsiones de los más previsores y en esto no debemos buscar más pies al gato.
Ahora, si una situación de secuestro como la del Alakrana se pone en manos de un Gobierno que lo asume como si fuese una función de circo se corre el riesgo de terminar por pagar el rescate, torcer la Justicia, y mentir a todo el país para congraciarse con los que no se atienen a las reglas del juego.
La alegría que están experimentando los tripulantes del atunero y sus familias es para compartirla, que duda cabe, pero, como se ha orquestado esta liberación y el precio que se ha pagado es materia que debemos considerar. Porque a los españoles no nos puede valer que el Presidente del Gobierno al ser preguntado por lo que pasaría si se diera un hipotético nuevo secuestro responda que “ojalá que no ocurra”. Esa no es respuesta para un país que ahora pasa a formar parte de la nómina de los que pagan secuestros. No me extraña que ahora cuando pasemos por el INEM se nos ofrezca la posibilidad de formar parte de una banda de piratas. Pagando la gente basta un rifle de asalto y un poco de malas pulgas para pedir a golpe de amenaza la cantidad que nos dé la gana.
Con el respeto que requiere una situación extrema como esta y sus protagonistas directos hemos de volver a la consideración de que con extorsionadores, piratas, terroristas o con cualquiera que prive de libertad a otro y pretenda cobrar por ello no se negocia, no se paga, no se cede. Me arriesgo a que el día que me secuestren nadie dé un duro por mí y termine en una cuneta para escarmiento a los que no pagan. Asumiré el riesgo pero no creo que lo que se deba hacer es pagar y financiar con nuestra actitud y nuestro dinero el negocio de la extorción.
Este Gobierno, y espero que sea el único, exhibió estrategias, habló públicamente de sus planes para una salida militar del asunto para dejar vía libre a la única salida que siempre contemplaron: pagar. Si fuese uno de los liberados, nada más llegar a tierra y disfrutar de mi familia y de mi libertad, denunciaría al Gobierno de España por falta de asistencia en caso de secuestro ya que si pagaron el día 47 ¿por qué no hacerlo el día 7? Después está lo de la Justicia, que pretende dar vida a una figura jurídica que llamaré el “Frankenstein legal” ya que las cabriolas circenses que van hacer para liberar a Willy y a su amigo van a ser de traca. No me extraña que los que quieren infringir la ley vengan a nuestro país para hacerlo ya que en el caso de que te pillen saldrás al poco tiempo como en el caso de asesinato de Nagore. Un escándalo.
Luego están los llamados libre pensantes y tolerantes que tildarán esta postura de retrograda, poco altruista y cercana a la oposición al Gobierno. Me da lo mismo. Mi libertad de pensamiento y de expresión, mediado el respeto claro, está por encima de partidismos y politiqueos que son estúpidos sostener hoy.
Un abrazo a las familias y al Gobierno de España mucho ojo, porque si me secuestran quiero que paguen también mi rescate. Que ahorren el dinero que se están sacando con las entradas del circo que han montado en estos 47 días de infarto.
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