José Leandro Ayllón nos concedió esta entrevista en la que nos habla de su obra Máquinas y de la ciencia ficción como género. Nos revela claves de la misma y nos sale al encuentro con reflexiones lúcidas sobre la humanidad y el futuro.
1. ¿Cómo llegaste a la Ciencia-ficción?
Podría decir que llegué en dos partes. De niño y adolescente, la SF era el asunto de mis juegos, de mis dibujos e incluso de mis conversaciones. Tuve más de un grupito de amistades interesado en el tema, ya a edad muy temprana, e incluso llegué a grabar en cinta un serial de Ciencia-Ficción, tan macarrónico como mis primeros relatos del género. Pero como autor maduro (si realmente lo soy, que ese es otro cantar), llegué a la SF por un extraño camino: empecé a concebir ideas que me hubiera gustado encontrar en lecturas del género, pero por más que consultaba libros, no las hallaba. Eso me impulsó a desarrollarlas por cuenta propia. No eran ideas sencillas ni tampoco complejas, ni geniales ni pedestres, ni grandiosas ni modestas, pero simplemente no las encontré en la literatura del género, y con el tiempo se transformaron en las claves de mi Ciencia-ficción.
2. ¿Crees que toda la Ciencia-ficción (cuento o novela) tiene necesariamente el tono de profecía o por lo menos de presagio de lo que puede ser el futuro?
Esa es la piedra de la discordia del género. La nueva Ciencia-ficción (menos imaginativa que la vieja, pero más rica) está dejando atrás, poco a poco, su lado prospectivo o mesiánico y adentrándose en mundos paralelos que no tienen por qué ser un fiel reflejo de lo que podría ser el futuro. En la actualidad los amantes de esta literatura, injustamente separada del resto, quieren alejarse de esa SF humanista y “retro” de razas extraterrestres superiores, telépatas, apocalipsis nucleares, deshumanización, etc. Por mi parte, he de reconocer que a veces caigo en la profecía poética, pero otras veces procuro alejarme de ello, como hago en “Noche bajo el escudo”, que plantea esa alter res que no es imagen inmediata de época alguna y que con sus tribus urbanas y grandes centros comerciales da una sensación de cercanía.
3. ¿”Noche bajo el escudo” crecerá o seguirá siendo una eterna futura novela?
Mi idea es que con el tiempo forme parte de un proyecto monumental, aunque quizás no debería ser yo quien lo dijera, pero de momento habrá que conformarse con la novela corta que aparece en “Máquinas”. Eso es precisamente lo que me trae atareado en la actualidad, ya que estoy empezando a tomar notas mentales para una segunda parte o, quien sabe, para una trilogía. De momento parece tan complicado o más que la primera entrega.
4. Hay un baúl que contiene tu obra; ¿qué tienes en mente sacar de allí para tu próximo libro?
¿Quién sabe? Puede que otra antología de profecías, pero más bien debería preocuparme por sacar a la luz algunas de mis novelas, como “La noche de Babel”, “Miserabilia” o “Soñar en Tierra Doble”. De las citadas, sólo la última es de Ciencia-ficción. Ciertamente pienso en este cofre como depósito de obras ya acabadas, no recientes ni inconclusas. Comento esto de pasada porque desde hace más de veinte años estoy trabajando en una novela histórica ambientada en la sociedad mozárabe medieval, novela sobre la cual no he dicho esta boca es mía sólo por dignidad de autor, y es que este género, aparte de estar ya demasiado trillado, se ha puesto imposible.
5. ¿Qué le debe tu concepción de la Ciencia-ficción al cine?
La verdad es que no mucho, aunque hay que reconocer que es de gran ayuda, a cierta edad, tragarse algunas buenas películas de SF. Para muchos autores es una fuerte tentación pensar en imágenes, conjeturar cómo quedaría tal o cual novela en una película, pero una vez rechazada la tentación, te adentras en mundos más complejos de los que te puede ofrecer el Séptimo Arte. En las películas de SF, como en todas las demás, suele haber un maniqueísmo latente, por eso quizás gusta tanto “Blade Runner”, que tiene un final más ambiguo. “Matrix” me hizo pensar mucho, ya que es un film muy social, místico diría yo (y por desgracia también sionista), donde hay asimismo buenos y malos, aunque apenas hay evidencias físicas de tales malos, que no son otra cosa que máquinas. Eso me pareció muy acertado. Por otra parte, “2001, una odisea del espacio” es una película de una gran belleza que sin embargo no ejerció en mí ningún tipo de influencia.
6. En tus cuentos, por muy futuristas que sean, siempre terminan todos los personajes siendo demasiado humanos en el sentido ético. ¿Nunca cambiaremos y terminaremos por intoxicar a las máquinas?
No lo había visto así. Creo que algunos personajes no tienen nada de ético, sino más bien de bomba de relojería. Pero tengo que reconocer que esta pregunta ha dado en el clavo, ya que algunos de los protagonistas cibernéticos de mi libro rechazan al hombre y lo sustituyen radicalmente, para acabar haciendo lo mismo que ellos, organizándose de forma similar. Como ocurre con los micronacionalismos, que tienen como bestia negra precisamente el totalitarismo, pero acaban haciendo lo mismo sólo que de una forma nueva. En definitiva, jamás cambiaremos.
7. “Deus ex machina” es mi cuento favorito, concentra tensión, y su ritmo te precipita a un final espléndido. ¿Cómo nació esta profecía?
Me agrada que se me pregunte por esta historia porque, valga la redundancia, tiene toda una historia debajo. Para empezar, la re-titulé a última hora así precisamente por ese final tan inesperado, tan salido de la nada, donde se hace referencia a algo que no se había citado anteriormente y que, en el relato, desconcierta con su descontrol, o con su cariz salvaje y misterioso, a Unidades cuyo propósito precisamente es el control. Recordemos que el “Deus ex machina” es ese recurso teatral con que se termina una representación de manera ilógica o incoherente. Hay más historias en “Máquinas” sobre el mismo tema, pero “Deus” lo redondea, lo aclara, enciende la chispa y justamente al final del libro, como si fuera una moraleja, cosa que habría que ver si en realidad es. Por otra parte, el director de Hallucigenia tuvo que esperar pacientemente a que lo terminara y corrigiera, porque surgió precisamente al final (como si en ello hubiera una clara casualidad y causalidad), a punto de ser enviado el libro a imprenta.
8. Recomiéndanos dos libros de Ciencia ficción modernos o clásicos.
Hyperion, de Dan Simmons, y Reina de los ángeles, de Greg Bear. Salvo algunos patinazos que desbordan imaginación gratuita, son algunas de mis lecturas preferidas. Ambos muestran una SF cercana. También recomendaría Contra el infinito, de Gregory Benford, ambientada en Ganímedes, creo recordar. Es una novela muy realista donde, con el extra literario del extraño ente ecuacional llamado Aleph, se muestra el lado monótono y coñazo (con perdón) de la colonización de un planeta. Hablaba antes de imaginación gratuita. Desgraciadamente el autor es un controlador aparte de escritor y la Ciencia-ficción no va a ser menos, y lo primero que debemos controlar al escribir una historia de Ciencia-ficción es la imaginación. Curiosamente, es lo contrario de lo que se suele creer. Se ha llegado a decir de “Máquinas” que si quitas los robots, si quitas los mundos extraterrestres y los términos “tecnologizantes”, te quedas con historias muy normales que bien podrían pasar en la Tierra, aquí y ahora. Pues bien, tanto mejor para mí y para la Ciencia-ficción.
9. ¿Has visto “Distrito 9”? ¿Qué te pareció? Tu literatura ya presagiaba esa “realidad” cinematográfica.
Es una historia de intolerancia que finalmente le da la vuelta a la tortilla. ¿Quién es finalmente el intolerante? En mi libro hay mucho de eso. Con respecto al film, me gustó la idea y cómo se expone, pero me decepcionó enseguida porque después de todo no es otra cosa que una película de acción, como es habitual.
10. “Crisálida” es para mí el mejor resuelto filosóficamente (los demás también pero el mérito de este es su brevedad). ¿El sufrimiento es la crisálida hacia la madurez, hacia la felicidad?
El sufrimiento es como un bautismo para una nueva vida; no hay fase nueva a la que se llegue sin él, aunque lo normal es querer cambiar sin padecimientos, pero no es tan fácil. El sufrimiento lleva, desde luego, a la madurez y también, aunque parezca contradictorio, a la felicidad consciente, que es diferente a la de los niños. Eso es felicidad nesciente, que es alegría. Es distinto. En “Crisálida”, Macías ha creado un ente artificial llamado Kant que está descontento de sí mismo y se deshace en hipos llorosos y metafísicos de autocompasión, hasta que se ve amenazado por la desconexión. A partir de ahí todo cambia y su creador descubre que aquel ingenio suyo sólo se encontraba en el estado de larva. Es un cuento breve que escribí hace años, en el estado larvario de “Máquinas”, y me gustó encontrar mucho tiempo después, porque no lo recordaba. Quizás porque lo escribí casi sin pensar, sin notas o ideas previas. Nada. En cuanto al estado larvario del que he hablado, baste citar que la obra de la que hablo contaba únicamente con ocho relatos en un principio. Finalmente se transformó en mariposa, con una novela corta y 17 relatos.
11. ¿Reconoces alguna influencia literaria en tu obra?
Reconozco más de una, pero no reconozco maestro alguno. Suena pretencioso, ¿verdad? También puede sonar paradójico, pero resulta que adorar a un maestro es peligroso porque implica no querer crecer como autor. Es mejor ser un poco chaquetero en cuanto a los escritores admirados. Hace treinta años Tolkien y Lovecraft me parecían dioses, pero lo cierto es que no he vuelto a leerlos; no tengo tiempo para ellos con tantos autores que quedan por leer.
Podría decir que llegué en dos partes. De niño y adolescente, la SF era el asunto de mis juegos, de mis dibujos e incluso de mis conversaciones. Tuve más de un grupito de amistades interesado en el tema, ya a edad muy temprana, e incluso llegué a grabar en cinta un serial de Ciencia-Ficción, tan macarrónico como mis primeros relatos del género. Pero como autor maduro (si realmente lo soy, que ese es otro cantar), llegué a la SF por un extraño camino: empecé a concebir ideas que me hubiera gustado encontrar en lecturas del género, pero por más que consultaba libros, no las hallaba. Eso me impulsó a desarrollarlas por cuenta propia. No eran ideas sencillas ni tampoco complejas, ni geniales ni pedestres, ni grandiosas ni modestas, pero simplemente no las encontré en la literatura del género, y con el tiempo se transformaron en las claves de mi Ciencia-ficción.
2. ¿Crees que toda la Ciencia-ficción (cuento o novela) tiene necesariamente el tono de profecía o por lo menos de presagio de lo que puede ser el futuro?
Esa es la piedra de la discordia del género. La nueva Ciencia-ficción (menos imaginativa que la vieja, pero más rica) está dejando atrás, poco a poco, su lado prospectivo o mesiánico y adentrándose en mundos paralelos que no tienen por qué ser un fiel reflejo de lo que podría ser el futuro. En la actualidad los amantes de esta literatura, injustamente separada del resto, quieren alejarse de esa SF humanista y “retro” de razas extraterrestres superiores, telépatas, apocalipsis nucleares, deshumanización, etc. Por mi parte, he de reconocer que a veces caigo en la profecía poética, pero otras veces procuro alejarme de ello, como hago en “Noche bajo el escudo”, que plantea esa alter res que no es imagen inmediata de época alguna y que con sus tribus urbanas y grandes centros comerciales da una sensación de cercanía.
3. ¿”Noche bajo el escudo” crecerá o seguirá siendo una eterna futura novela?
Mi idea es que con el tiempo forme parte de un proyecto monumental, aunque quizás no debería ser yo quien lo dijera, pero de momento habrá que conformarse con la novela corta que aparece en “Máquinas”. Eso es precisamente lo que me trae atareado en la actualidad, ya que estoy empezando a tomar notas mentales para una segunda parte o, quien sabe, para una trilogía. De momento parece tan complicado o más que la primera entrega.
4. Hay un baúl que contiene tu obra; ¿qué tienes en mente sacar de allí para tu próximo libro?
¿Quién sabe? Puede que otra antología de profecías, pero más bien debería preocuparme por sacar a la luz algunas de mis novelas, como “La noche de Babel”, “Miserabilia” o “Soñar en Tierra Doble”. De las citadas, sólo la última es de Ciencia-ficción. Ciertamente pienso en este cofre como depósito de obras ya acabadas, no recientes ni inconclusas. Comento esto de pasada porque desde hace más de veinte años estoy trabajando en una novela histórica ambientada en la sociedad mozárabe medieval, novela sobre la cual no he dicho esta boca es mía sólo por dignidad de autor, y es que este género, aparte de estar ya demasiado trillado, se ha puesto imposible.
5. ¿Qué le debe tu concepción de la Ciencia-ficción al cine?
La verdad es que no mucho, aunque hay que reconocer que es de gran ayuda, a cierta edad, tragarse algunas buenas películas de SF. Para muchos autores es una fuerte tentación pensar en imágenes, conjeturar cómo quedaría tal o cual novela en una película, pero una vez rechazada la tentación, te adentras en mundos más complejos de los que te puede ofrecer el Séptimo Arte. En las películas de SF, como en todas las demás, suele haber un maniqueísmo latente, por eso quizás gusta tanto “Blade Runner”, que tiene un final más ambiguo. “Matrix” me hizo pensar mucho, ya que es un film muy social, místico diría yo (y por desgracia también sionista), donde hay asimismo buenos y malos, aunque apenas hay evidencias físicas de tales malos, que no son otra cosa que máquinas. Eso me pareció muy acertado. Por otra parte, “2001, una odisea del espacio” es una película de una gran belleza que sin embargo no ejerció en mí ningún tipo de influencia.
6. En tus cuentos, por muy futuristas que sean, siempre terminan todos los personajes siendo demasiado humanos en el sentido ético. ¿Nunca cambiaremos y terminaremos por intoxicar a las máquinas?
No lo había visto así. Creo que algunos personajes no tienen nada de ético, sino más bien de bomba de relojería. Pero tengo que reconocer que esta pregunta ha dado en el clavo, ya que algunos de los protagonistas cibernéticos de mi libro rechazan al hombre y lo sustituyen radicalmente, para acabar haciendo lo mismo que ellos, organizándose de forma similar. Como ocurre con los micronacionalismos, que tienen como bestia negra precisamente el totalitarismo, pero acaban haciendo lo mismo sólo que de una forma nueva. En definitiva, jamás cambiaremos.
7. “Deus ex machina” es mi cuento favorito, concentra tensión, y su ritmo te precipita a un final espléndido. ¿Cómo nació esta profecía?
Me agrada que se me pregunte por esta historia porque, valga la redundancia, tiene toda una historia debajo. Para empezar, la re-titulé a última hora así precisamente por ese final tan inesperado, tan salido de la nada, donde se hace referencia a algo que no se había citado anteriormente y que, en el relato, desconcierta con su descontrol, o con su cariz salvaje y misterioso, a Unidades cuyo propósito precisamente es el control. Recordemos que el “Deus ex machina” es ese recurso teatral con que se termina una representación de manera ilógica o incoherente. Hay más historias en “Máquinas” sobre el mismo tema, pero “Deus” lo redondea, lo aclara, enciende la chispa y justamente al final del libro, como si fuera una moraleja, cosa que habría que ver si en realidad es. Por otra parte, el director de Hallucigenia tuvo que esperar pacientemente a que lo terminara y corrigiera, porque surgió precisamente al final (como si en ello hubiera una clara casualidad y causalidad), a punto de ser enviado el libro a imprenta.
8. Recomiéndanos dos libros de Ciencia ficción modernos o clásicos.
Hyperion, de Dan Simmons, y Reina de los ángeles, de Greg Bear. Salvo algunos patinazos que desbordan imaginación gratuita, son algunas de mis lecturas preferidas. Ambos muestran una SF cercana. También recomendaría Contra el infinito, de Gregory Benford, ambientada en Ganímedes, creo recordar. Es una novela muy realista donde, con el extra literario del extraño ente ecuacional llamado Aleph, se muestra el lado monótono y coñazo (con perdón) de la colonización de un planeta. Hablaba antes de imaginación gratuita. Desgraciadamente el autor es un controlador aparte de escritor y la Ciencia-ficción no va a ser menos, y lo primero que debemos controlar al escribir una historia de Ciencia-ficción es la imaginación. Curiosamente, es lo contrario de lo que se suele creer. Se ha llegado a decir de “Máquinas” que si quitas los robots, si quitas los mundos extraterrestres y los términos “tecnologizantes”, te quedas con historias muy normales que bien podrían pasar en la Tierra, aquí y ahora. Pues bien, tanto mejor para mí y para la Ciencia-ficción.
9. ¿Has visto “Distrito 9”? ¿Qué te pareció? Tu literatura ya presagiaba esa “realidad” cinematográfica.
Es una historia de intolerancia que finalmente le da la vuelta a la tortilla. ¿Quién es finalmente el intolerante? En mi libro hay mucho de eso. Con respecto al film, me gustó la idea y cómo se expone, pero me decepcionó enseguida porque después de todo no es otra cosa que una película de acción, como es habitual.
10. “Crisálida” es para mí el mejor resuelto filosóficamente (los demás también pero el mérito de este es su brevedad). ¿El sufrimiento es la crisálida hacia la madurez, hacia la felicidad?
El sufrimiento es como un bautismo para una nueva vida; no hay fase nueva a la que se llegue sin él, aunque lo normal es querer cambiar sin padecimientos, pero no es tan fácil. El sufrimiento lleva, desde luego, a la madurez y también, aunque parezca contradictorio, a la felicidad consciente, que es diferente a la de los niños. Eso es felicidad nesciente, que es alegría. Es distinto. En “Crisálida”, Macías ha creado un ente artificial llamado Kant que está descontento de sí mismo y se deshace en hipos llorosos y metafísicos de autocompasión, hasta que se ve amenazado por la desconexión. A partir de ahí todo cambia y su creador descubre que aquel ingenio suyo sólo se encontraba en el estado de larva. Es un cuento breve que escribí hace años, en el estado larvario de “Máquinas”, y me gustó encontrar mucho tiempo después, porque no lo recordaba. Quizás porque lo escribí casi sin pensar, sin notas o ideas previas. Nada. En cuanto al estado larvario del que he hablado, baste citar que la obra de la que hablo contaba únicamente con ocho relatos en un principio. Finalmente se transformó en mariposa, con una novela corta y 17 relatos.
11. ¿Reconoces alguna influencia literaria en tu obra?
Reconozco más de una, pero no reconozco maestro alguno. Suena pretencioso, ¿verdad? También puede sonar paradójico, pero resulta que adorar a un maestro es peligroso porque implica no querer crecer como autor. Es mejor ser un poco chaquetero en cuanto a los escritores admirados. Hace treinta años Tolkien y Lovecraft me parecían dioses, pero lo cierto es que no he vuelto a leerlos; no tengo tiempo para ellos con tantos autores que quedan por leer.
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