¿Cuán preparados estamos para los cambios vitales? ¿Cómo asumiríamos la noticia de que tenemos una enfermedad degenerativa que va a terminar por quitarnos la vida? Definitivamente, en el trance de enfrentar una enfermedad con desenlace inevitablemente fatal unas buenas dosis de humor e ironía suelen ayudar más de lo que pensamos.
Ese es el caso de Cesarina Vighy (1937-2010) bibliotecaria de profesión y a la que se le diagnostica ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica), que decide poner por escrito su testimonio vital como forma de catarsis, como homenaje a aquello que ocupó la mayor parte de su vida: la Literatura aunque jamás se había planteado escribir.
En “El último verano” (Roca Editorial, 2010) una voz que se llama Z va narrando su vida. Se van repasando los momentos más importantes de la vida, se contextualizan históricamente y poco a poco se va juntando la memoria de una mujer apasionada por la vida. Sus coqueteos con el psicoanálisis me llaman poderosamente la atención. Su infancia, su feminismo, el trauma del aborto, el amor. Una experiencia contada con agilidad, con la cercanía de las anécdotas protagonizadas, con una mirada de despedida sin aspavientos ni lloreras: pura serenidad e ironía.
Pero el verdadero centro de este testimonio, lo que recorre cada uno de los capítulos de esta evocación vital, es la sombra de una enfermedad repentina, paralizante, que priva a su protagonista de las ganas de vivir y que le sobreviene como uno de esos aguaceros tropicales. La merma paulatina de sus capacidades, la imposibilidad de dar marcha atrás, son elementos de esta despedida que es a la vez un canto a la vida, al deseo de seguir adelante pese a todo.
El diagnóstico, el peregrinar por el laberinto de la sanidad, los siete neurólogos que conoce y que diagnostican, que le cuentan de su enfermedad, de lo que vendrá. Ella se va levantando con humor y con ironía de cada una de esas noticias sobre sí misma y su futuro. Un momento difícil que activa los resortes de la creatividad y la memoria.
Si algo ha de quedar de esta reflexión testimonial es definitivamente lo que yo llamo su “Decálogo en trece puntos” sobre cómo encarar esta enfermedad. Vighy se ríe de sí misma, desdramatiza, quiere dejar algo en este planeta que ayude a otros a caminar por el desierto de esta durísima enfermedad.
Está bien que de vez en cuando nos llegue a las manos un libro como este, valiente divertido y que aborda un tema tan natural y vital como la muerte. Los que tengan alergia al tema les diré que este es un libro que no asusta, que no es para llorar (aunque se llore), que es para reconciliarnos con las ganas de vivir y que, créanme, nos va a llevar a una conclusión vital que es fundamental: hay que estar agradecidos por cada día del que disponemos, debemos vivir con alegría lo mucho o lo poco que tengamos. Cesarina Vighy nos deja su canta a la vida y nos dice adiós con una prosa suelta, envolvente y que apunta al corazón, haciéndolo latir al ritmo de la alegría.
Ese es el caso de Cesarina Vighy (1937-2010) bibliotecaria de profesión y a la que se le diagnostica ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica), que decide poner por escrito su testimonio vital como forma de catarsis, como homenaje a aquello que ocupó la mayor parte de su vida: la Literatura aunque jamás se había planteado escribir.
En “El último verano” (Roca Editorial, 2010) una voz que se llama Z va narrando su vida. Se van repasando los momentos más importantes de la vida, se contextualizan históricamente y poco a poco se va juntando la memoria de una mujer apasionada por la vida. Sus coqueteos con el psicoanálisis me llaman poderosamente la atención. Su infancia, su feminismo, el trauma del aborto, el amor. Una experiencia contada con agilidad, con la cercanía de las anécdotas protagonizadas, con una mirada de despedida sin aspavientos ni lloreras: pura serenidad e ironía.
Pero el verdadero centro de este testimonio, lo que recorre cada uno de los capítulos de esta evocación vital, es la sombra de una enfermedad repentina, paralizante, que priva a su protagonista de las ganas de vivir y que le sobreviene como uno de esos aguaceros tropicales. La merma paulatina de sus capacidades, la imposibilidad de dar marcha atrás, son elementos de esta despedida que es a la vez un canto a la vida, al deseo de seguir adelante pese a todo.
El diagnóstico, el peregrinar por el laberinto de la sanidad, los siete neurólogos que conoce y que diagnostican, que le cuentan de su enfermedad, de lo que vendrá. Ella se va levantando con humor y con ironía de cada una de esas noticias sobre sí misma y su futuro. Un momento difícil que activa los resortes de la creatividad y la memoria.
Si algo ha de quedar de esta reflexión testimonial es definitivamente lo que yo llamo su “Decálogo en trece puntos” sobre cómo encarar esta enfermedad. Vighy se ríe de sí misma, desdramatiza, quiere dejar algo en este planeta que ayude a otros a caminar por el desierto de esta durísima enfermedad.
Está bien que de vez en cuando nos llegue a las manos un libro como este, valiente divertido y que aborda un tema tan natural y vital como la muerte. Los que tengan alergia al tema les diré que este es un libro que no asusta, que no es para llorar (aunque se llore), que es para reconciliarnos con las ganas de vivir y que, créanme, nos va a llevar a una conclusión vital que es fundamental: hay que estar agradecidos por cada día del que disponemos, debemos vivir con alegría lo mucho o lo poco que tengamos. Cesarina Vighy nos deja su canta a la vida y nos dice adiós con una prosa suelta, envolvente y que apunta al corazón, haciéndolo latir al ritmo de la alegría.
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