Podríamos describir “Indigno de ser humano” (Sajalín Editores, 2010) como la crónica de un descenso a los infiernos, como la historia de la deshumanización de un hombre hasta el suicidio. Un texto que todos debemos leer, que los psicólogos deberían estudiar en la facultad y que todos debemos disfrutar. Estamos ante una de las mejores exposiciones y desarrollo del lado más oscuro del ser humano.
La prosa limpia y transparente de Osamu Dazai (Japón, 1909-1948) va flotando en nuestra mente con movimientos estudiados como los de una geisha, con la sencillez de un veneno. Se va trepando por las esquinas de nuestro cerebro y va subyugándonos a la vez que nos espanta. Yozo, el protagonista de estos cuadernos, va desgranando su paulatino alejamiento de la humanidad. Desde la infancia ha convivido con sentimientos de vergüenza social, rabia contra sus semejantes y desarrolla un severo trastorno de la personalidad, se convierte en un marginado vital. Su fuerte tristeza y su persistente rechazo a la sociedad le transforman en un ser herido de muerte, indigno de ser humano.
Las claves vitales de esta novela que es un clásico de las letras japonesas, las pone de su propia vida el autor. Fue repudiado por su familia, fue adicto al alcohol y a la morfina y se intentó suicidar en cuatro ocasiones. En 1948, antes de los cuarenta años, muere junto a su amante ahogado en el río Tama.
Los cuarenta años se mencionan varias veces en la novela, y, conocida la historia del autor, esa constante reiteración de la cifra era un presagio en toda regla y que nadie pudo evitar. Un hombre que parecía tenerlo todo y que decide salir de este mundo por medio del suicidio. El fraseo de Dazai es constante sin ser monótono, como un terremoto contenido. Va revelando los sentimientos de Yozo, partiendo de las fotos con las que comienza la novela hasta el epílogo que resulta revelador. Poner en claro los sentimientos no es tarea fácil, construir la vida de un solo personaje es un ejercicio agotador y más cuando se trata de alguien tan complejo no por lo que hace sino por lo que siente y por como traza estructura de valores vitales sólo sujetos a su distorsionada manera de ver a sus semejantes.
Acompañan esta peripecia vital Horiki y Yoshiko, personajes que dan una dimensión si cabe mucho más humana a Yozo porque nos permite verle interactuar de manera íntima con su amigo y con una de sus amantes, relaciones que se convierten en un mar de zozobras por la visión que Yozo tiene con el género humano.
Esta excelente novela que Sajalín Editores demuestra una vez más la voluntad de este sello. Ofrecer calidad literaria, recuperar textos necesarios para los lectores. La traducción del japonés de Montse Watkins, me han dicho, es muy buena y hace honor al texto de uno de los grandes de la literatura nipona.
Osamu Dazai, que habrá que seguir leyendo y traduciendo pertenece a ese universo atormentado de los personajes de Dostoievski. Él y su obra. Sin duda esta novela cautivará a los que no la han leído y a los que ya lo han hecho les provocará leerla una vez más.
La prosa limpia y transparente de Osamu Dazai (Japón, 1909-1948) va flotando en nuestra mente con movimientos estudiados como los de una geisha, con la sencillez de un veneno. Se va trepando por las esquinas de nuestro cerebro y va subyugándonos a la vez que nos espanta. Yozo, el protagonista de estos cuadernos, va desgranando su paulatino alejamiento de la humanidad. Desde la infancia ha convivido con sentimientos de vergüenza social, rabia contra sus semejantes y desarrolla un severo trastorno de la personalidad, se convierte en un marginado vital. Su fuerte tristeza y su persistente rechazo a la sociedad le transforman en un ser herido de muerte, indigno de ser humano.
Las claves vitales de esta novela que es un clásico de las letras japonesas, las pone de su propia vida el autor. Fue repudiado por su familia, fue adicto al alcohol y a la morfina y se intentó suicidar en cuatro ocasiones. En 1948, antes de los cuarenta años, muere junto a su amante ahogado en el río Tama.
Los cuarenta años se mencionan varias veces en la novela, y, conocida la historia del autor, esa constante reiteración de la cifra era un presagio en toda regla y que nadie pudo evitar. Un hombre que parecía tenerlo todo y que decide salir de este mundo por medio del suicidio. El fraseo de Dazai es constante sin ser monótono, como un terremoto contenido. Va revelando los sentimientos de Yozo, partiendo de las fotos con las que comienza la novela hasta el epílogo que resulta revelador. Poner en claro los sentimientos no es tarea fácil, construir la vida de un solo personaje es un ejercicio agotador y más cuando se trata de alguien tan complejo no por lo que hace sino por lo que siente y por como traza estructura de valores vitales sólo sujetos a su distorsionada manera de ver a sus semejantes.
Acompañan esta peripecia vital Horiki y Yoshiko, personajes que dan una dimensión si cabe mucho más humana a Yozo porque nos permite verle interactuar de manera íntima con su amigo y con una de sus amantes, relaciones que se convierten en un mar de zozobras por la visión que Yozo tiene con el género humano.
Esta excelente novela que Sajalín Editores demuestra una vez más la voluntad de este sello. Ofrecer calidad literaria, recuperar textos necesarios para los lectores. La traducción del japonés de Montse Watkins, me han dicho, es muy buena y hace honor al texto de uno de los grandes de la literatura nipona.
Osamu Dazai, que habrá que seguir leyendo y traduciendo pertenece a ese universo atormentado de los personajes de Dostoievski. Él y su obra. Sin duda esta novela cautivará a los que no la han leído y a los que ya lo han hecho les provocará leerla una vez más.
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