10 enero, 2011

Máscaras


La gente que lleva máscaras no es de fiar, sean superhéroes o villanos. Si son villanos ya me preocupa más. Nadie que viene a dar buenas noticias se esconde detrás de una máscara. Si encima la máscara no va a confesarse como la de Mishima, peor.
Hoy un señor encapuchado, con una vocecita sospechosa de lo peor, proclama un cese “permanente y verificable” de la violencia, pero no definitivo. Los de la máscara, que asusta al más pintado y esconde siempre a un cobarde, pretenden dar lecciones de cómo negociar, de cómo lograr metas democráticas. Se creen que acabamos de caernos de un guindo.
A los de la máscara tenemos que decirles una cosa: cuando anuncien la entrega de las armas, cuando digan que se entregan, cuando desaparezcan por completo, entonces verificaremos y nos creeremos que la cosa va en serio. Mientras no paguen lo que nos han hecho durante todos estos años no nos creeremos nada. Lo demás es puro teatro.

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