Los estigmas del debate intelectual panameño se siguen dando. Ya lo dijimos en una primera entrega de este tema. Así, he leído dos artículos de la señora Gloria Young en las últimas semanas. El primero en Hora cero y el segundo aparecido recientemente en La Estrella de Panamá. Lástima que las réplicas no se publiquen tan rápido como las opiniones de los intelectuales. En ambos falla en dos aspectos: alusiones personales y conocimiento insuficiente del tema a tratar.
Me explico. Por un lado, las experiencias personales son solo testimoniales no universalizables. Que la señora Young le haya ido mal con algunos “pastores evangélicos” en el pasado no quiere decir (y ella no lo dice) que todos sean igual de siniestros en su perspectiva sobre las mujeres y las relaciones fe y Estado. Creo que la constante alusión a sus propias vivencias no demuestra nada más que tiene mucho que contarnos como hace en su obra literaria. De allí a abordar temas tan serios simplificándolos con su experiencia personal media un mundo. Muchas personas podrían expresar su experiencia en sentido contrario al de nuestra escritora y la cosa cambiaría. ¿En qué quedamos?, termina ella uno de sus artículos y lo mismo pregunto yo: ¿quién diría la verdad? Luego están los comentarios al pie de artículo que alaban un escrito que no es más que una experiencia personal y lo califican de valentía. Cuidado con esto y con no tener el criterio suficiente como para exigir que se nos den nombres y apellidos: eso sería lo valiente.
Por otro lado el desconocimiento de las distintas corrientes dentro de “el mundo evangélico” termina por meter a los que no están de acuerdo con esta manera de proceder en el mismo saco. Creo firmemente en que si alguno tiene algo que decir públicamente sobre la manera de proceder o de pensar de otro debe usar nombres y apellidos sin temer nada ya que, si lo que dice es lo correcto, incluso no habría que temer ni siquiera el enfrentarnos a una demanda judicial. Tenemos que tener un cuidado exquisito con las generalizaciones vagas que terminan por estigmatizar al conjunto de personas a la que se encasilla. En democracia las posiciones contrarias a la libertad han de ser denunciadas para beneficio de la ciudadanía con nombres y apellidos porque ni todos los sacerdotes católicos son homosexuales o pederastas o mujeriegos ni todos los pastores evangélicos creen en estas locuras anti bíblicas que la señora Young vierte en sus artículos. Asusta que personas que tiene un acceso a los medios de comunicación no sean capaces de medir con tiento lo que escriben y no tengan la fortaleza para dar nombres y apellidos, direcciones y caras de estos entusiastas de la ignorancia, de los enemigos de la fe contra los cuales hemos de estar atentos. Decir que “pero lo más interesante fue que uno de mis adversarios donó mucho dinero a ciertos pastores de algunas iglesias evangélicas…” diga el nombre del opositor y de los pastores y de esas iglesias. Dejarlo así sostenido sin poner nombre a las cosas es no cumplir con el compromiso del que informa o del que gobierna: señalar las cosas, revelarlas para resolverlas.
En este nuevo artículo la señora gloria Young nos da nombres y apellidos, los que todos sabemos, los que son obvios pero no nos dice el nombre del pastor que mencionaba a otros encarcelados por su vinculación con las FARC o a Murcia (aquí la ironía sobra además de que afirma que no entendió) y después el discurso sobre el aspecto sociológico y que gracias a la concentración en ello no se cayó al suelo en aquel “culto” donde le tocaban la frente. Es incomprensible por su simpleza y su poca profundidad ante un tema tan serio.
La Biblia enseña que ha de haber una separación del Estado y la Iglesia, se le anima al pueblo de Dios a obedecer a las autoridades y a orar por ellas. No tenemos testimonios neotestamentarios de la participación en política de los seguidores de Jesucristo más que lo que dice el apóstol Pablo. Anima a los que habiendo conocido a Jesucristo se quedaran en su puesto o situación social. Creo que es muy distinto. La Biblia no enseña que el cristiano deba presentarse o no para ser elegido. Lo que es cierto es que quien pretenda hacerlo tiene que reconocer que la fe no se impone (es don de Dios) que la fe no se legisla (estar cerca o lejos de Dios en una decisión personal) y que el dicho evangélico de “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” marca unas esferas de acción que están perfectamente delimitadas.
La iglesia Católica ha intervenido durante siglos, y lo sigue haciendo en América Latina, en la política de los países y sigue teniendo su peso específico en ellos. Esto es notorio e incluso se ha escrito sobre ello (Jean Chevalier “La política del vaticano”, Gilles Kepel, “Las políticas de Dios” o “La revancha de Dios” o “El desafío cristiano” de José Montserrat Torrents o la magnífica historia que sobre el tema firma Michael Burleigh, “El poder terrenal” y “Causas sagradas”. Vemos en estos textos que todas las religiones con nombres y apellidos, avanzan sus posiciones para manipular dejando de lado la esencia del mensaje que les ocupa.
Dicho lo anterior, simplificar, generalizar, no dar nombres, no denunciar hasta llevar a los que laceran los derechos de los demás incluso ante la justicia, es como no decir nada, es jugar al escondite con el riesgo de que en el juego nos perdamos nosotros y no nos encuentre nadie o lo peor de todo, que se pierda el criterio que tanta falta nos hace a todos hoy.
Terminar diciendo “Así que si usted se describe como una persona liberal, tolerante, que respeta las distintas opciones sexuales, que trabaja por el desarrollo humano, que cree en la equidad de género, está expuesta/o a que lo declaren un hereje; un representante del demonio en la Tierra; un ser abominable. ¡Dios mío! Ampárame de caer en manos de estos grupos fundamentalistas, que corro el peligro de que me quemen viva”, es entonar un canto victimista y poco ceñido a la realidad, es aprovecharse de las propias circunstancias para despertar en los que leen una simpatía que no vine del texto porque en él sólo se mencionan fantasmas anónimos. Es otra de esas ironías que no vienen a cuento y más sabiendo que en la dictaduras pasadas y tan presentes en la política panameña, sí que murieron muchos por no estar de acuerdo, sí que fueron enterrados en fosas comunes cuando nos invadió los Estados Unidos y hemos sido capaces de perdonar a personas como Balbina Herrera o darle credenciales a una de las hijas de Noriega para que represente a Panamá en el Parlamento Centroamericano. Tranquila señora Young que nadie la va a quemar, que la inquisición terminó hace siglos pero le pediría que de nombres y apellidos de pastores curas, imanes e iglesias que estén torciendo el mensaje, vulnerando derechos y no queremos organizar una caza de brujas. Nadie la va a quemar, yo personalmente no lo permitiré: nos tendrán que quemar a los dos y a todos los que creemos en la democracia y la libertad.
Me explico. Por un lado, las experiencias personales son solo testimoniales no universalizables. Que la señora Young le haya ido mal con algunos “pastores evangélicos” en el pasado no quiere decir (y ella no lo dice) que todos sean igual de siniestros en su perspectiva sobre las mujeres y las relaciones fe y Estado. Creo que la constante alusión a sus propias vivencias no demuestra nada más que tiene mucho que contarnos como hace en su obra literaria. De allí a abordar temas tan serios simplificándolos con su experiencia personal media un mundo. Muchas personas podrían expresar su experiencia en sentido contrario al de nuestra escritora y la cosa cambiaría. ¿En qué quedamos?, termina ella uno de sus artículos y lo mismo pregunto yo: ¿quién diría la verdad? Luego están los comentarios al pie de artículo que alaban un escrito que no es más que una experiencia personal y lo califican de valentía. Cuidado con esto y con no tener el criterio suficiente como para exigir que se nos den nombres y apellidos: eso sería lo valiente.
Por otro lado el desconocimiento de las distintas corrientes dentro de “el mundo evangélico” termina por meter a los que no están de acuerdo con esta manera de proceder en el mismo saco. Creo firmemente en que si alguno tiene algo que decir públicamente sobre la manera de proceder o de pensar de otro debe usar nombres y apellidos sin temer nada ya que, si lo que dice es lo correcto, incluso no habría que temer ni siquiera el enfrentarnos a una demanda judicial. Tenemos que tener un cuidado exquisito con las generalizaciones vagas que terminan por estigmatizar al conjunto de personas a la que se encasilla. En democracia las posiciones contrarias a la libertad han de ser denunciadas para beneficio de la ciudadanía con nombres y apellidos porque ni todos los sacerdotes católicos son homosexuales o pederastas o mujeriegos ni todos los pastores evangélicos creen en estas locuras anti bíblicas que la señora Young vierte en sus artículos. Asusta que personas que tiene un acceso a los medios de comunicación no sean capaces de medir con tiento lo que escriben y no tengan la fortaleza para dar nombres y apellidos, direcciones y caras de estos entusiastas de la ignorancia, de los enemigos de la fe contra los cuales hemos de estar atentos. Decir que “pero lo más interesante fue que uno de mis adversarios donó mucho dinero a ciertos pastores de algunas iglesias evangélicas…” diga el nombre del opositor y de los pastores y de esas iglesias. Dejarlo así sostenido sin poner nombre a las cosas es no cumplir con el compromiso del que informa o del que gobierna: señalar las cosas, revelarlas para resolverlas.
En este nuevo artículo la señora gloria Young nos da nombres y apellidos, los que todos sabemos, los que son obvios pero no nos dice el nombre del pastor que mencionaba a otros encarcelados por su vinculación con las FARC o a Murcia (aquí la ironía sobra además de que afirma que no entendió) y después el discurso sobre el aspecto sociológico y que gracias a la concentración en ello no se cayó al suelo en aquel “culto” donde le tocaban la frente. Es incomprensible por su simpleza y su poca profundidad ante un tema tan serio.
La Biblia enseña que ha de haber una separación del Estado y la Iglesia, se le anima al pueblo de Dios a obedecer a las autoridades y a orar por ellas. No tenemos testimonios neotestamentarios de la participación en política de los seguidores de Jesucristo más que lo que dice el apóstol Pablo. Anima a los que habiendo conocido a Jesucristo se quedaran en su puesto o situación social. Creo que es muy distinto. La Biblia no enseña que el cristiano deba presentarse o no para ser elegido. Lo que es cierto es que quien pretenda hacerlo tiene que reconocer que la fe no se impone (es don de Dios) que la fe no se legisla (estar cerca o lejos de Dios en una decisión personal) y que el dicho evangélico de “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” marca unas esferas de acción que están perfectamente delimitadas.
La iglesia Católica ha intervenido durante siglos, y lo sigue haciendo en América Latina, en la política de los países y sigue teniendo su peso específico en ellos. Esto es notorio e incluso se ha escrito sobre ello (Jean Chevalier “La política del vaticano”, Gilles Kepel, “Las políticas de Dios” o “La revancha de Dios” o “El desafío cristiano” de José Montserrat Torrents o la magnífica historia que sobre el tema firma Michael Burleigh, “El poder terrenal” y “Causas sagradas”. Vemos en estos textos que todas las religiones con nombres y apellidos, avanzan sus posiciones para manipular dejando de lado la esencia del mensaje que les ocupa.
Dicho lo anterior, simplificar, generalizar, no dar nombres, no denunciar hasta llevar a los que laceran los derechos de los demás incluso ante la justicia, es como no decir nada, es jugar al escondite con el riesgo de que en el juego nos perdamos nosotros y no nos encuentre nadie o lo peor de todo, que se pierda el criterio que tanta falta nos hace a todos hoy.
Terminar diciendo “Así que si usted se describe como una persona liberal, tolerante, que respeta las distintas opciones sexuales, que trabaja por el desarrollo humano, que cree en la equidad de género, está expuesta/o a que lo declaren un hereje; un representante del demonio en la Tierra; un ser abominable. ¡Dios mío! Ampárame de caer en manos de estos grupos fundamentalistas, que corro el peligro de que me quemen viva”, es entonar un canto victimista y poco ceñido a la realidad, es aprovecharse de las propias circunstancias para despertar en los que leen una simpatía que no vine del texto porque en él sólo se mencionan fantasmas anónimos. Es otra de esas ironías que no vienen a cuento y más sabiendo que en la dictaduras pasadas y tan presentes en la política panameña, sí que murieron muchos por no estar de acuerdo, sí que fueron enterrados en fosas comunes cuando nos invadió los Estados Unidos y hemos sido capaces de perdonar a personas como Balbina Herrera o darle credenciales a una de las hijas de Noriega para que represente a Panamá en el Parlamento Centroamericano. Tranquila señora Young que nadie la va a quemar, que la inquisición terminó hace siglos pero le pediría que de nombres y apellidos de pastores curas, imanes e iglesias que estén torciendo el mensaje, vulnerando derechos y no queremos organizar una caza de brujas. Nadie la va a quemar, yo personalmente no lo permitiré: nos tendrán que quemar a los dos y a todos los que creemos en la democracia y la libertad.
2 comentarios:
A punto de irme a dormir, veo este correo y te visito. Me parece interesante tu punto de vista.
Te aseguro que no es necesario dar nombres, en ese pueblito chico (infierno grande), la gente se conoce y conoce de qué estoy hablando. Soy política y también soy escritora. No voy a usar los artículos para que me demanden y pasarme años subiendo y bajando escalones judiciales y al final, salir redimida de la justicia, después que me congelen la cuenta del banco, me secuestren los bienes, pague miles de dólares en abogados, y todo lo que sigue...
Que den sus opiniones, la tuya, la de otros y otras, muchas más...que me detengan en la calle y me digan que soy valiente por decir algo con lo que se identifican otros y otras. Que me digan irresponsable y que algunos interpreten que estoy generalizando...lo que quieran. Pero mi experiencia es importante, porque es la mía y porque la mía, puede ser la de muchos que no se atreven siquiera a escribirla.
Ahora no se trata de usar mi experiencia para demandar a nadie. Tengo un par de demandas presentadas, unas hace años, otras, hace meses, a raíz de las contiendas electorales, y poco o nada se ha avanzado. Mientras tanto, fui sobreviviente de una contienda siniestra.
Te agradezco el texto. Lo leí con mucha atención. Te visitaré de vez en cuando, me gusta como escribes. No estoy de acuerdo en todo, pero en otra ocasión, con menos sueño, podré puntualizar en qué exactamente, no estoy de acuerdo y por qué. Saludos desde esta patria que amo, Gloria
Gloria: gracias por dedicarle tu tiempo a este artículo y por estar dispuesta a hacerme ver las cosas y motivar a otros a intervenir.
Por lo que me comentas veo que la situación en Panamá es peror de lo que parece. Entiendo que no te quieras pasar "parriba y pabajo" en despachos de abogados y en las fauces de una justicia injusta. Es una pena que sea así y que hyas avanzado poco o nada.
Tu testimonio vital es importante, lo creo y lo defiendo, pero creo que convertirlo en algo general es peligroso a mi modo de ver.
Espero tus puntualizaciones y gracias por la promesa de venir a visitarme (aunque sea virtualmente). Cuando vaya a Panamá espero que nos veamos y conversemos en directo de tantas cosas.
Un beso grande a la patria que añoro: Pedro.
Publicar un comentario