11.- ¿Cree usted que Riba logra, después de todo, “ausentarse” gracias a la ironía que a mi parecer empapa su trayectoria vital en la novela? Yo así lo pienso.
R: Creo quien se ausenta a veces es su genio particular, su Genius. Claro que cuando la sombra genial reaparece en Glasnevin, uno comprende que leer la novela bien valía una misa, una misa en Dublín, que no en París, la verdadera gran ausente del libro.
12.- ¿Cuál cree que ha sido el gran motivo cultural por el cual la “palabra saturada” de Joyce se transformó en la “palabra enmudecida” de Beckett a lo largo del Siglo XX?
R: Sólo sé que de la epifanía fuimos a la afonía. Y aquí juzgo pertinente recordarle aquel momento de París no se acaba nunca en el que cuento que un día vi a Beckett en el Jardín de Luxemburgo. No tenía previsto que pudiera encontrármelo algún día. Sabía que no era un clásico muerto, sino alguien que vivía en París, pero siempre le había imaginado como una oscura presencia que sobrevolaba la ciudad, nunca como alguien al que uno se encuentra leyendo desesperado un periódico en un viejo parque frío y solitario. Le estuve espiando y vi que de vez en cuando pasaba página, y lo hacía con una especie de enojo tan grande y una energía tan intensa que si el Jardín de Luxemburgo entero hubiera temblado no nos habría extrañado nada. A llegar a la última página, se quedó entre absorto y ausente. Daba más miedo que antes. El amigo que me acompañaba en aquel espionaje me dijo: “Es el único que ha tenido el valor de mostrar que nuestra desesperación es tan grande que ni palabras tenemos para expresarla”. Entiendo, siempre que recuerdo esas palabras de mi amigo, que Beckett aún llevó más lejos el callejón de salida de Joyce, de quien fue, por cierto, secretario. “Ni palabras para expresarla”. Es una verdad a medias. Gracias a decir que no hay palabras, uno se anima a encontrarlas. Mi obra literaria se ha movido siempre en diferentes callejones sin salida, encontrando, de todos modos, salida en cada uno de ellos, pero yendo a parar a callejones nuevos en los que prevalece aquella frase de Kafka que figura en mi imaginario escudo de armas: “Y no hay salida”.
13.- ¿Es consciente de que es un incitador al consumo masivo de Biodramina por crear en el lector una sensación de vértigo mareante al mostrarle parte de la Biblioteca de Babel y dejarlo abandonado en una de sus galerías buscando libros eternamente?
R: No, no soy consciente porque no es mi intención crear vértigos. En cuanto a la Biodramina, hacía tiempo que no oía hablar de ella. Recuerdo haber tenido experiencias muy buenas con ella. En un barco de Almería a Melilla todo el mundo vomitaba menos yo. Marzo de 1971.
14.- Sin que haya una simetría exacta o paralelo completo, ¿no le debe mucho Samuel Riba, protagonista de Dublinesca a Federico Mayol, protagonista de El viaje vertical? ¿La oración de los escritores de Samuel Johnson en Dublinesca es real o apócrifa? ¿Si es real, dónde se puede leer? ¿Hay un referente en la vida real del personaje que es un escritor colombiano en Dublinesca o es mera invención?
R: Para Riba me inspiré en una persona de la vida real que es distinta de Mayol. Algo retocada, la Oración de los Escritores la saqué, en efecto, de Samuel Johnson; la encontré en la página 211 de The Paris Review Entrevistas (edición de Ignacio Echevarría, editorial El Aleph), en una entrevista a Kurt Vonnegut. Ese libro precisamente me lo recomendó un escritor argentino que vive en Barcelona y en el que está inspirado -en parte, sólo en parte- el personaje de Ricardo, el colombiano.
15.- Existe alguna analogía entre Dennis Clegg y Samuel Riba?
R: Comencé la novela pensando que Samuel Riba se parecería a Denis Clegg, aunque más viejo, claro. En los orígenes de Dublinesca estaba Clegg. Después llegó Riba.
16.- ¿Y después de parida Dublinesca, por dónde van sus futuros retoños? ¿Qué nos puede adelantar de sus inquietudes y planes literarios?
R: Estoy trabajando en un nuevo libro sin que quiera adelantar nada, pues sería absurdo describirle ahora un parto en ciernes, como si yo me creyera que voy a ser mamá. Eso sí que sería una parida, una parida luminosa.
17.- Si la era Gutenberg finalizara mañana y el papel desapareciera. ¿Publicaría novelas digitales? ¿Esa modificación perjudica al escritor o sólo al lector?
R: Sin papel me costaría escribir, ya que trabajo en el ordenador y corrijo con lápiz walseriano sobre el papel.
18.- ¿Podría usted desarrollar los cinco puntos de la teoría literaria propuesta por Riba? (pág. 15). Además de Le Rivage des Syrtes, ¿qué otros libros cree usted que cumplen con los requisitos de la teoría de Riba?
R: El propio Dublinesca. En cuanto a la teoría de los cinco puntos la desarrollé en Perder teorías, un libro que publicaré en septiembre, en la colección Únicos, de Seix Barral. Para quien tenga prisa por leerlo, se halla ya publicado en Francia, en bolsillo: Perdre des theories (editorial Christian Bourgois).
19.- Siempre me ha llamado la atención el hecho de que mantengas una ética literaria y estética que defiende la independencia entre arte y la difusión de valores morales o ideológicos (o la denuncia social). Esta novela mantiene todos los ingredientes del mundo literario al que nos tienes acostumbrados en los últimos años pero incorpora en la historia un debate (la transición Gutenberg-Google) que lleva años provocando ríos de tinta y en el que normalmente se pide posicionamiento (pregunta 19, por ejemplo) a los autores. ¿Se trata de una ampliación del espectro de las paranoias recurrentes de los escritores o es este el principio de un cambio en tu propia teoría literaria? ¿Has decidido que el escenario de tus novelas no es solo ya la “realidad” literaria sino, por poco que sea, la realidad común a todos tus lectores?
R: Vuelvo a lo dicho anteriormente. Cuando hablo de literatura, estoy hablando de todo lo demás, de la vida y de la muerte y de todo lo que gira alrededor de ellas, pero reconozco que Dublinesca es un libro especialmente centrado en los seres humanos, un libro sobre la vida y la muerte, sobre el amor y la pasión, sobre la felicidad y la desgracia, quizás más humanizado que los anteriores, quizás he ampliado horizontes más que nunca; si ha sido así, es decir, si he ampliado la vista o el panorama, eso puede haberse debido a una dinámica inherente a mi propia obra y a los movimientos de renovación constantes a los que suele estar sometida.
20.- ¿Quién es el que busca? ¿Riba? ¿Mayol? ¿Vila Matas? ¿Qué es lo que está buscando Vila Matas?
R: Nunca busco nada, salvo cuando busco los más oscuros paisajes de la gramática Shandy.
21.- Uno de los postulados formulados en la Teoría de la Novela -que según ha contado en Buenos Aires desarrollará en su nuevo libro- es conectarla con la alta poesía.
¿Cómo se establece esta conexión, cómo lo ha hecho en Dublinesca? Por otra parte, cuando el lector lee la novela, ¿está consciente de la presencia de la alta poesía en lo narrativo?
R: Dublinesca no sería nada si no existiera la poesía, pero no puedo obligar a nadie a que encuentre la poesía entre sus páginas, porque la poesía se detecta o no, no hay vuelta de hoja. Yo la sé ver en el libro, quizás porque me hallo en un sitio con un buen panorama sobre las ventanas altas de Grand Central Station de Nueva York. O quizás porque me hallo en un lugar con mucha luz, el lugar desde el que precisamente contesto esto y desde donde ahora mismo estoy apreciando con inquietud que la lluvia azota sin piedad un tren de 21 pasajeros, cada uno con su pregunta. Un tren muy cercano, abandonado de súbito.
Participaron en esta entrevista: Juan Salas Villanueva, Alejandra Moglia, Susana Borobio, Angeles Prieto Barba, Magdalena Herrera de Boersner, Leandro Montaña, El Papasquiaro, Norkin Gilbert, Carlos Alberto Navarrete Ortiz, Javier Avilés, Nacho Tusquets, Nicolás Valdés Mavrakis, Pepa Botella Pérez, Juan Pablo Plata, Ana Esquivel, Adolfo López Chocarro, Santiago Morales, Karlatone Olvera, Kristina Pla, Ma. Estela Calápiz y Elisa Rodríguez Court.
R: Creo quien se ausenta a veces es su genio particular, su Genius. Claro que cuando la sombra genial reaparece en Glasnevin, uno comprende que leer la novela bien valía una misa, una misa en Dublín, que no en París, la verdadera gran ausente del libro.
12.- ¿Cuál cree que ha sido el gran motivo cultural por el cual la “palabra saturada” de Joyce se transformó en la “palabra enmudecida” de Beckett a lo largo del Siglo XX?
R: Sólo sé que de la epifanía fuimos a la afonía. Y aquí juzgo pertinente recordarle aquel momento de París no se acaba nunca en el que cuento que un día vi a Beckett en el Jardín de Luxemburgo. No tenía previsto que pudiera encontrármelo algún día. Sabía que no era un clásico muerto, sino alguien que vivía en París, pero siempre le había imaginado como una oscura presencia que sobrevolaba la ciudad, nunca como alguien al que uno se encuentra leyendo desesperado un periódico en un viejo parque frío y solitario. Le estuve espiando y vi que de vez en cuando pasaba página, y lo hacía con una especie de enojo tan grande y una energía tan intensa que si el Jardín de Luxemburgo entero hubiera temblado no nos habría extrañado nada. A llegar a la última página, se quedó entre absorto y ausente. Daba más miedo que antes. El amigo que me acompañaba en aquel espionaje me dijo: “Es el único que ha tenido el valor de mostrar que nuestra desesperación es tan grande que ni palabras tenemos para expresarla”. Entiendo, siempre que recuerdo esas palabras de mi amigo, que Beckett aún llevó más lejos el callejón de salida de Joyce, de quien fue, por cierto, secretario. “Ni palabras para expresarla”. Es una verdad a medias. Gracias a decir que no hay palabras, uno se anima a encontrarlas. Mi obra literaria se ha movido siempre en diferentes callejones sin salida, encontrando, de todos modos, salida en cada uno de ellos, pero yendo a parar a callejones nuevos en los que prevalece aquella frase de Kafka que figura en mi imaginario escudo de armas: “Y no hay salida”.
13.- ¿Es consciente de que es un incitador al consumo masivo de Biodramina por crear en el lector una sensación de vértigo mareante al mostrarle parte de la Biblioteca de Babel y dejarlo abandonado en una de sus galerías buscando libros eternamente?
R: No, no soy consciente porque no es mi intención crear vértigos. En cuanto a la Biodramina, hacía tiempo que no oía hablar de ella. Recuerdo haber tenido experiencias muy buenas con ella. En un barco de Almería a Melilla todo el mundo vomitaba menos yo. Marzo de 1971.
14.- Sin que haya una simetría exacta o paralelo completo, ¿no le debe mucho Samuel Riba, protagonista de Dublinesca a Federico Mayol, protagonista de El viaje vertical? ¿La oración de los escritores de Samuel Johnson en Dublinesca es real o apócrifa? ¿Si es real, dónde se puede leer? ¿Hay un referente en la vida real del personaje que es un escritor colombiano en Dublinesca o es mera invención?
R: Para Riba me inspiré en una persona de la vida real que es distinta de Mayol. Algo retocada, la Oración de los Escritores la saqué, en efecto, de Samuel Johnson; la encontré en la página 211 de The Paris Review Entrevistas (edición de Ignacio Echevarría, editorial El Aleph), en una entrevista a Kurt Vonnegut. Ese libro precisamente me lo recomendó un escritor argentino que vive en Barcelona y en el que está inspirado -en parte, sólo en parte- el personaje de Ricardo, el colombiano.
15.- Existe alguna analogía entre Dennis Clegg y Samuel Riba?
R: Comencé la novela pensando que Samuel Riba se parecería a Denis Clegg, aunque más viejo, claro. En los orígenes de Dublinesca estaba Clegg. Después llegó Riba.
16.- ¿Y después de parida Dublinesca, por dónde van sus futuros retoños? ¿Qué nos puede adelantar de sus inquietudes y planes literarios?
R: Estoy trabajando en un nuevo libro sin que quiera adelantar nada, pues sería absurdo describirle ahora un parto en ciernes, como si yo me creyera que voy a ser mamá. Eso sí que sería una parida, una parida luminosa.
17.- Si la era Gutenberg finalizara mañana y el papel desapareciera. ¿Publicaría novelas digitales? ¿Esa modificación perjudica al escritor o sólo al lector?
R: Sin papel me costaría escribir, ya que trabajo en el ordenador y corrijo con lápiz walseriano sobre el papel.
18.- ¿Podría usted desarrollar los cinco puntos de la teoría literaria propuesta por Riba? (pág. 15). Además de Le Rivage des Syrtes, ¿qué otros libros cree usted que cumplen con los requisitos de la teoría de Riba?
R: El propio Dublinesca. En cuanto a la teoría de los cinco puntos la desarrollé en Perder teorías, un libro que publicaré en septiembre, en la colección Únicos, de Seix Barral. Para quien tenga prisa por leerlo, se halla ya publicado en Francia, en bolsillo: Perdre des theories (editorial Christian Bourgois).
19.- Siempre me ha llamado la atención el hecho de que mantengas una ética literaria y estética que defiende la independencia entre arte y la difusión de valores morales o ideológicos (o la denuncia social). Esta novela mantiene todos los ingredientes del mundo literario al que nos tienes acostumbrados en los últimos años pero incorpora en la historia un debate (la transición Gutenberg-Google) que lleva años provocando ríos de tinta y en el que normalmente se pide posicionamiento (pregunta 19, por ejemplo) a los autores. ¿Se trata de una ampliación del espectro de las paranoias recurrentes de los escritores o es este el principio de un cambio en tu propia teoría literaria? ¿Has decidido que el escenario de tus novelas no es solo ya la “realidad” literaria sino, por poco que sea, la realidad común a todos tus lectores?
R: Vuelvo a lo dicho anteriormente. Cuando hablo de literatura, estoy hablando de todo lo demás, de la vida y de la muerte y de todo lo que gira alrededor de ellas, pero reconozco que Dublinesca es un libro especialmente centrado en los seres humanos, un libro sobre la vida y la muerte, sobre el amor y la pasión, sobre la felicidad y la desgracia, quizás más humanizado que los anteriores, quizás he ampliado horizontes más que nunca; si ha sido así, es decir, si he ampliado la vista o el panorama, eso puede haberse debido a una dinámica inherente a mi propia obra y a los movimientos de renovación constantes a los que suele estar sometida.
20.- ¿Quién es el que busca? ¿Riba? ¿Mayol? ¿Vila Matas? ¿Qué es lo que está buscando Vila Matas?
R: Nunca busco nada, salvo cuando busco los más oscuros paisajes de la gramática Shandy.
21.- Uno de los postulados formulados en la Teoría de la Novela -que según ha contado en Buenos Aires desarrollará en su nuevo libro- es conectarla con la alta poesía.
¿Cómo se establece esta conexión, cómo lo ha hecho en Dublinesca? Por otra parte, cuando el lector lee la novela, ¿está consciente de la presencia de la alta poesía en lo narrativo?
R: Dublinesca no sería nada si no existiera la poesía, pero no puedo obligar a nadie a que encuentre la poesía entre sus páginas, porque la poesía se detecta o no, no hay vuelta de hoja. Yo la sé ver en el libro, quizás porque me hallo en un sitio con un buen panorama sobre las ventanas altas de Grand Central Station de Nueva York. O quizás porque me hallo en un lugar con mucha luz, el lugar desde el que precisamente contesto esto y desde donde ahora mismo estoy apreciando con inquietud que la lluvia azota sin piedad un tren de 21 pasajeros, cada uno con su pregunta. Un tren muy cercano, abandonado de súbito.
Participaron en esta entrevista: Juan Salas Villanueva, Alejandra Moglia, Susana Borobio, Angeles Prieto Barba, Magdalena Herrera de Boersner, Leandro Montaña, El Papasquiaro, Norkin Gilbert, Carlos Alberto Navarrete Ortiz, Javier Avilés, Nacho Tusquets, Nicolás Valdés Mavrakis, Pepa Botella Pérez, Juan Pablo Plata, Ana Esquivel, Adolfo López Chocarro, Santiago Morales, Karlatone Olvera, Kristina Pla, Ma. Estela Calápiz y Elisa Rodríguez Court.
PD: Les invito a leer un texto previo sobre mi relación con Enrique Vila-Matas: "Vila-Matas, perseguidor". (pincha aquí)
No hay comentarios:
Publicar un comentario