
Hay que caminar. Si nos quedamos inmóviles, temerosos y tristes la "realidad" (el entrecomillado es de
Nabokov) terminará consumiéndonos. No temamos el camino que vayamos haciendo al andar. Escuchemos como
Don Quijote a los perros que ladran porque caminamos. Disfrutemos del paisaje mientras haya luz. Llegará un buen día el crepúsculo definitivo y se terminará el camino cuando hallamos dejado de andar. Para ese día espero tener la pupila llenas de soles y en el horizonte, al Creador.