Conservo con cariño el ejemplar de Mortal y rosa que Francisco Umbral me firmó en el Círculo de Bellas Artes. Lo había leído y lo subrayé profusamente. Aprendí mucho y descubrí al Umbral que se escondía tras el personaje Umbral.
La literatura en forma de diarios es muy popular. Desde el famoso Diario íntimo de Amiel pasando por los "tomazos" de Salón de pasos perdidos de Trapiello hasta el reciente Dietario voluble de mi perseguidor Vila-Matas (que me ha regalado mi mujer Marga Collazo como despedida de nuestra soltería), la literatura en este formato busca la cercanía a la intimidad, seducir con hechos del alma el corazón de los lectores.
Mortal y rosa consigue este objetivo, sin ser ficción. Comunica al lector las dos grandes pasiones del autor: su hijo y la Literatura. Del hijo y su enfermedad Umbral se queja, llora. Protesta por lo que él entiende como un suicidio de la civilización, es decir, la muerte de un niño. En el hijo que se marcha poco a poco, que se apaga, se centra toda la carga existencial y dramática, la tristeza profunda y rabiosa ante la perdida.
Pero la contraparte del libro, la Literatura, se transforma en el bálsamo, el clavo ardiendo, el ancla. Umbral retoma los senderos de su vocación, se repite en soledad qué es la Literatura y la llama en su auxilio. Quiere verse reflejado en los libros, atrapado, rescatado por ellos. Francisco Umbral, golpeado por la tragedia no renuncia a su destino irremediable como escritor sino que en medio de la vorágine se confirma como tal.
El terror ante la muerte de un hijo, la decisión de no renunciar a la Literatura aun en su ausencia, son toda una lección vital pero también lo es la técnica con que son tratados estos sentimientos, esas sensaciones terminales, profundas, al borde del abismo. Lo fragmentario de los textos, la metáfora certera y precisa, convierten este texto fundamental de la Literatura española en un referente para los que pretenden hacer literatura hoy.
Sobre el hijo un breve fragmento de los tantos en este libro: "vivo de llorarte en la noche con lágrimas que queman la oscuridad". Sobre el ser de escritor dice: "escribir es sólo la exteriorización de una actitud y de una óptica. El escritor va por dentro".
La edición que me firmó Umbral es la misma que ilustra esta reseña, la de el periódico El Mundo. Félix Grande dice en el prólogo que Umbral "estaba tan aturdido de dolor que no se daba cuenta de que escribía un monumento a la literatura". Razón no le falta: Francisco Umbral a conseguido la metáfora perfecta y la ha escrito en un libro. Consiguió convertir en Literatura la más grande de las heridas: la muerte de un hijo. Aquí nos queda uno de los libros más brillantes sobre la oscuridad. El más triste sobre la alegría de ser escritor.