Vuelve a estar de moda esa vieja perversión de la democracia que se llama populismo y que tanto daño hizo en América Latina durante los años setenta y ochenta. Parece que no escarmentamos. El pueblo unido ha sido vencido por esta lacra que no deja más herencia que el inmovilismo civil. Me explico.
El populismo en su vertiente más negativa (de la que hablamos aquí) pretende, según una de las mejores definiciones que he encontrado, utilizar "medidas de gobierno populares", destinadas a ganar la simpatía de la población, particularmente si ésta posee derecho a voto aún a costa de tomar medidas contrarias al estado democrático. Lo que pretende el líder populista es hacer depender al pueblo de él. Las conquistas sociales sólo sirven para secuestrar la voluntad del ciudadano, para hacerle comulgar con ruedas de molino. Estos sistemas sólo buscan mantener en el poder al caudillo de turno.
Al principio, el líder solo busca la comodidad del pueblo, que es tan estúpido que necesita que precisamente él lo libere. Una vez producida la liberación, el pueblo entra en deuda civil con su “salvador”. Este a su vez refuerza el "estado de salvación" a base de decidir él por el pueblo. A medida que avanza el tiempo, la sociedad civil va perdido su capacidad de decidir y juzgar y se instala en una pasividad crítica destructiva.
Tal es la influencia del líder sobre “su” pueblo, que lo que un día se presentó como una "liberación" pasa a ser un secuestro a voluntad de un Estado. Entonces asoma la dictadura o “dictablanda”, como nos vendieron en los setenta a los panameños. Muy blando todo pero también todo "de a dedo", todo pactado y llevado acabo por el dictador y sus secuaces. Y no se puede protestar.
Llegan los famosos repliegues o las puestas en escena de “elecciones generales” donde los pocos opositores son “invitados” a renunciar a sus pretensiones políticas en beneficio común del pueblo, que quiere vivir en paz, una paz impuesta por decreto ley. Es curioso que las juntas militares u oligárquicas nunca dejan el poder al pueblo a los pocos meses del golpe o de la "revolución". No, se pasan décadas estudiando como hacerlo mientras acorralan silenciosamente a la mayoría.
En medio de la confusión surgen las fuerzas externas. Presión internacional, intervención de las grandes potencias en lo que tenga que ver con la oposición del país, intentos de derrocar al dictador de turno. Estas potencias pretenden liberar al pueblo de las garras del populismo pero su único interés es económico. Fuera los sueños altruistas.
Las sociedades acostumbradas a esta especie de síndrome de Estocolmo político, terminan por sufrir, si logran salir de la dictadura, de una fuerte inacción civil. Añoran los días del caudillo populista porque no saben decidir. El criterio desaparece quedando la sociedad civil a merced de los “demócratas” que muchas veces se aprovechan de la situación llegando a ser peores enemigos para el pueblo que los que antes ejercían el poder.
Es triste que la única herencia de los días del populismo sea una profunda incapacidad para decidir con criterio civil pleno. A pesar de la libertad, de vivir en democracia, de poder acceder a la información y a la cultura, la sociedad opta por “arrancarse”, por "irse de marcha" como si de un fin de semana político y eterno se tratara. Prefieren aislarse del debate político. Es más importante el salto de un compatriota, o los goles y “jonrones” de otro que lo que decidan nuestros representantes políticos.
Panamá hoy sufre ese mal, el síndrome de alienación del criterio, que se dá en sociedades que han sufrido dictaduras, dictablandas y demás populismos recalentados y con etiqueta de democracia. Necesitamos dar más de leer, dar más participación a los jóvenes, hay que dar un vuelco a las “opciones” políticas. Menos PRD y menos Panameñismo. Basta de Endaras, y Martinellis y Balbinas que no quieren de verdad lo mejor para nadie excepto para ellos mismos.
Sigamos debatiendo nuestra realidad pero impliquémonos todos para cambiarla, para dejar fuera para siempre el populismo que nos canta las bondades de un mañana mejor para los mismos, los de arriba, sean militarotes u oligarcas, sean de derechas o de izquierdas, sean panameños o no.
El populismo en su vertiente más negativa (de la que hablamos aquí) pretende, según una de las mejores definiciones que he encontrado, utilizar "medidas de gobierno populares", destinadas a ganar la simpatía de la población, particularmente si ésta posee derecho a voto aún a costa de tomar medidas contrarias al estado democrático. Lo que pretende el líder populista es hacer depender al pueblo de él. Las conquistas sociales sólo sirven para secuestrar la voluntad del ciudadano, para hacerle comulgar con ruedas de molino. Estos sistemas sólo buscan mantener en el poder al caudillo de turno.
Al principio, el líder solo busca la comodidad del pueblo, que es tan estúpido que necesita que precisamente él lo libere. Una vez producida la liberación, el pueblo entra en deuda civil con su “salvador”. Este a su vez refuerza el "estado de salvación" a base de decidir él por el pueblo. A medida que avanza el tiempo, la sociedad civil va perdido su capacidad de decidir y juzgar y se instala en una pasividad crítica destructiva.
Tal es la influencia del líder sobre “su” pueblo, que lo que un día se presentó como una "liberación" pasa a ser un secuestro a voluntad de un Estado. Entonces asoma la dictadura o “dictablanda”, como nos vendieron en los setenta a los panameños. Muy blando todo pero también todo "de a dedo", todo pactado y llevado acabo por el dictador y sus secuaces. Y no se puede protestar.
Llegan los famosos repliegues o las puestas en escena de “elecciones generales” donde los pocos opositores son “invitados” a renunciar a sus pretensiones políticas en beneficio común del pueblo, que quiere vivir en paz, una paz impuesta por decreto ley. Es curioso que las juntas militares u oligárquicas nunca dejan el poder al pueblo a los pocos meses del golpe o de la "revolución". No, se pasan décadas estudiando como hacerlo mientras acorralan silenciosamente a la mayoría.
En medio de la confusión surgen las fuerzas externas. Presión internacional, intervención de las grandes potencias en lo que tenga que ver con la oposición del país, intentos de derrocar al dictador de turno. Estas potencias pretenden liberar al pueblo de las garras del populismo pero su único interés es económico. Fuera los sueños altruistas.
Las sociedades acostumbradas a esta especie de síndrome de Estocolmo político, terminan por sufrir, si logran salir de la dictadura, de una fuerte inacción civil. Añoran los días del caudillo populista porque no saben decidir. El criterio desaparece quedando la sociedad civil a merced de los “demócratas” que muchas veces se aprovechan de la situación llegando a ser peores enemigos para el pueblo que los que antes ejercían el poder.
Es triste que la única herencia de los días del populismo sea una profunda incapacidad para decidir con criterio civil pleno. A pesar de la libertad, de vivir en democracia, de poder acceder a la información y a la cultura, la sociedad opta por “arrancarse”, por "irse de marcha" como si de un fin de semana político y eterno se tratara. Prefieren aislarse del debate político. Es más importante el salto de un compatriota, o los goles y “jonrones” de otro que lo que decidan nuestros representantes políticos.
Panamá hoy sufre ese mal, el síndrome de alienación del criterio, que se dá en sociedades que han sufrido dictaduras, dictablandas y demás populismos recalentados y con etiqueta de democracia. Necesitamos dar más de leer, dar más participación a los jóvenes, hay que dar un vuelco a las “opciones” políticas. Menos PRD y menos Panameñismo. Basta de Endaras, y Martinellis y Balbinas que no quieren de verdad lo mejor para nadie excepto para ellos mismos.
Sigamos debatiendo nuestra realidad pero impliquémonos todos para cambiarla, para dejar fuera para siempre el populismo que nos canta las bondades de un mañana mejor para los mismos, los de arriba, sean militarotes u oligarcas, sean de derechas o de izquierdas, sean panameños o no.