Formas breves es una poética de Ricardo Piglia y decimos una porque al terminar la lectura de este libro tenemos esa sensación que nos deja el famoso “continuará” de las grandes series. Como dice en la contraportada del libro de Anagrama asistimos en su lectura a una “fiesta de lo posible”. En él todo se prueba, se mezcla, se convierte en material narrativo, en posibilidad literaria.
Los relatos que “ilustran” esta poética de Piglia son magistrales por su brevedad, su poder cautivador y sobre todo por la capacidad que tienen de comunicar la propuesta narrativa que sugiere. El más evocador es La mujer grabada que hace alusión, como casi siempre, a Macedonio Fernández.
Una de las secciones más intelectualmente fascinantes es El arte de la natación, dentro del capítulo Los sujetos trágicos (Literatura y el psicoanálisis) donde nos plantea que el género moderno para discutir mejor la sociedad y su relación con la ley y la verdad es el género policíaco inventado por Poe. El personaje del detective como solución al punto de vista fuera de la sociedad es enriquecedor.
Luego quedan sus dos Tesis sobre el cuento que son una bitácora para críticos y escritores. Sencillamente son verdaderas cumbres del arte crítico. Partiendo de Chejov, pasando por Borges y por y Kafka, Piglia nos lleva de la mano, por los vericuetos del género literario por excelencia.
Lo seductor de Piglia, como de otros grandes escritores que hacen buena crítica literaria, es que viven y respiran Literatura. Cada artículo o conferencia que dictan rezuma una vivencia personal con ella. Los que creen que los escritores no pueden ser buenos críticos o estudiosos de lo que se escribe que lean a Piglia y cambien de opinión.
Una frase para reflexionar sobre el cuento: “Todas las historias del mundo se tejen con la trama de nuestra propia vida. Lejanas oscuras, son mundos paralelos, vidas posibles, laboratorios donde se experimenta con las pasiones personales.
Los relatos nos enfrentan con la incomprensión y con el carácter inexorable del fin pero también con la felicidad y con la luz pura de la forma”.
La posibilidad de lo literario, es decir, la verosimilitud en la Literatura, de los cuentos en este caso, es un tema viejo de los estudios literarios y no digamos nada de las pasiones personales y el sustrato de cada escritor que guardan sus personajes. Siempre hay algo del autor en sus criaturas. A pesar de que los cuentos son “como la vida misma” es cierto también que esa vida, tan terrible tantas veces, tiene sus intersticios de felicidad, sus intermitencias de alegría y los cuentos reflejan eso con la luz de la forma, con sus estructuras que acercan al lector o al que escucha nuestra narración, por unos momentos, a otras posibilidades vitales.
Piglia lograr llevarnos con su profundo análisis a ver más allá de lo que escribimos y a leer mucho más allá de lo que tenemos delante, todo ello con una brevedad que invita a la reflexión, a la doble y triple lectura que requieren los grandes microrelatos.
Los relatos que “ilustran” esta poética de Piglia son magistrales por su brevedad, su poder cautivador y sobre todo por la capacidad que tienen de comunicar la propuesta narrativa que sugiere. El más evocador es La mujer grabada que hace alusión, como casi siempre, a Macedonio Fernández.
Una de las secciones más intelectualmente fascinantes es El arte de la natación, dentro del capítulo Los sujetos trágicos (Literatura y el psicoanálisis) donde nos plantea que el género moderno para discutir mejor la sociedad y su relación con la ley y la verdad es el género policíaco inventado por Poe. El personaje del detective como solución al punto de vista fuera de la sociedad es enriquecedor.
Luego quedan sus dos Tesis sobre el cuento que son una bitácora para críticos y escritores. Sencillamente son verdaderas cumbres del arte crítico. Partiendo de Chejov, pasando por Borges y por y Kafka, Piglia nos lleva de la mano, por los vericuetos del género literario por excelencia.
Lo seductor de Piglia, como de otros grandes escritores que hacen buena crítica literaria, es que viven y respiran Literatura. Cada artículo o conferencia que dictan rezuma una vivencia personal con ella. Los que creen que los escritores no pueden ser buenos críticos o estudiosos de lo que se escribe que lean a Piglia y cambien de opinión.
Una frase para reflexionar sobre el cuento: “Todas las historias del mundo se tejen con la trama de nuestra propia vida. Lejanas oscuras, son mundos paralelos, vidas posibles, laboratorios donde se experimenta con las pasiones personales.
Los relatos nos enfrentan con la incomprensión y con el carácter inexorable del fin pero también con la felicidad y con la luz pura de la forma”.
La posibilidad de lo literario, es decir, la verosimilitud en la Literatura, de los cuentos en este caso, es un tema viejo de los estudios literarios y no digamos nada de las pasiones personales y el sustrato de cada escritor que guardan sus personajes. Siempre hay algo del autor en sus criaturas. A pesar de que los cuentos son “como la vida misma” es cierto también que esa vida, tan terrible tantas veces, tiene sus intersticios de felicidad, sus intermitencias de alegría y los cuentos reflejan eso con la luz de la forma, con sus estructuras que acercan al lector o al que escucha nuestra narración, por unos momentos, a otras posibilidades vitales.
Piglia lograr llevarnos con su profundo análisis a ver más allá de lo que escribimos y a leer mucho más allá de lo que tenemos delante, todo ello con una brevedad que invita a la reflexión, a la doble y triple lectura que requieren los grandes microrelatos.